Los reyes sexuales ( IIa parte ) - article ; n°1 ; vol.21, pg 145-158
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Mélanges de la Casa de Velázquez - Année 1985 - Volume 21 - Numéro 1 - Pages 145-158
14 pages
Source : Persée ; Ministère de la jeunesse, de l’éducation nationale et de la recherche, Direction de l’enseignement supérieur, Sous-direction des bibliothèques et de la documentation.

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Publié le 01 janvier 1985
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Langue Español

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Arturo R. Firpo
Los reyes sexuales ( IIa parte )
In: Mélanges de la Casa de Velázquez. Tome 21, 1985. pp. 145-158.
Citer ce document / Cite this document :
R. Firpo Arturo. Los reyes sexuales ( IIa parte ). In: Mélanges de la Casa de Velázquez. Tome 21, 1985. pp. 145-158.
doi : 10.3406/casa.1985.2441
http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/casa_0076-230X_1985_num_21_1_2441LOS REYES SEXUALES (Ha parte)
Por Arturo R. FIRPO
Miembro de la Secciôn Cientifica
III. Sexualidad, politica y transgresiôn
Ningûn otro rey medieval despertô entre sus contemporâneos tanta
curiosidad como el desdichado Enrique de Trastâmara. Asi nos lo dejan
saber los testimonios que no solamente son mas abundantes sino visiblemen-
te mâs sutiles en la percepciôn psicolôgica de ese "caso" particular, de ese rey
peculiar que tenian ante los ojos. Aparté de los documentos oficiales que han
dejado huellas de las acciones, desplazamientos y actitudes del rey y de su
entorno y la consabida crônica oficial cuya funciôn panegirica reduce la
posibilidad de incluir conductas privadas del monarca, observamos que la
literatura "propagandistica", difamatoria y satirizadora de la imagen del rey
y de los hombres y mujeres de su entorno, no solamente proliféra durante el
reinado sino que cambia radicalmente de signo. El contenido de esta
literatura propagandistica tiene un nuevo polo de atracciôn en la vida
privada, "sexual", del mundo de la corte. Si a estos testimonios sumamos el
de los viajeros que recorrieron los reinos hispânicos por aquellos anos,
prestando particular atenciôn al estado de las costumbres sexuales en la
corte castellana, no podemos dejar de interrogarnos sobre esta nueva
preocupaciôn que lleva a incluir en distintos registros, con distintos lengua-
jes, a veces alusivos, a veces francamente violentos, a menudo transgresores
de los côdigos de la escritura culta, el tôpico de la sexualidad, con el
propôsito de denigrar al rey y a los advenedizos que le rodean. Este acceso
Mélanges de la Casa de Velazquez. (M.C.V.) 1985, t.XXI ; p. 145-158. 146 ARTURO R. FIRPO
masivo del tema à la escritura no solamente es singular como testimonio de
una évidente "liberalizaciôn" de las costumbres, especie de "primavera
sexual" que conociô el Occidente en aquellos siglos bajomediavales como
consecuencia de la dolorosa experiencia de la muerte colectiva y de las
profundas conmociones que alteraron el equilibrio feudal, sino también de la
nueva permisibilidad frente al motivo sexual que surge en una cultura cuyos
artifices ya no son exclusivamente de origen clerical. Asimismo, y esta es la
ôptica que nos interesa, esta escritura propagandistica que aparece en la
coyuntura del reinado de Enrique IV, se nos aparece como el espacio de un
ensayo que ya tiene rasgos de modernidad : en él vemos actuar la organiza-
ciôn, la puesta en marcha de un programa politico que emplearâ el rumor
sexual como arma politica, con todas sus gamas desde la burla a la denuncia.
Esta instrumentalizaciôn politica de la vida sexual como recurso de los
poderes, procedimiento tipico de los estados centralizados de la modernidad,
y la nueva curiosidad por el motivo de la pulsion sexual que en ella se
origina, aparecen esbozadas, de manera rudimentaria y aûn asistemâtica, y
dentro de un marco completamente diferente aunque no menos marcado ya
por una fuerte intolerancia en materia sexual, bajo el reinado de Enrique IV.
Antes de entrar en los pormemores de esta interacciôn desde la mirada
de los testigos de la época, permitasenos detenernos en este motivo de la
proliferaciôn de menciones en crônicas y demâs testimonios, de las conduc-
tas sexuales consideradas como antinaturales (adulterios, incestos, sodomia)
de muchos de los personajes que acceden a la historia del reinado. Esta
"information" que recogen los cronistas sobre la vida intima de sus actores,
y que a menudo adquiere la forma de episodio narrativo, nos habla de la
existencia de una tupida red de "espionaje" que actuaba espontânea y
también programadamente en los medios cortesanos y nobiliarios, en una
sociedad cuyos individuos, en todos sus estratos, estaban permanentemente
expuestos a la mirada ajena, por las condiciones mismas del habitat y de la
estructura familiar y comunal. No debemos olvidar que la nociôn de
"privacidad" ligada necesariamente a la familia urbana y burguesa, no es
aûn, ni mucho menos, en el siglo XV castellano una realidad prédominante.
El propio rey estaba tradicionalmente expuesto a la observaciôn de su
conducta sexual en su noche de bodas y como cûspide de la jerarquia de
poderes ninguno de sus movimientos, ni siquiera los mas privados, escapa-
ron a la observaciôn de algûn testigo. Lo mismo ocurria con los miembros de
la familia real o de la nobleza. No muy diferentes debieron haber sido en las
sociedades aldeanas los sistemas de vida en este aspecto : el rumor sexual
eran seguramente asunto cotidiano. Largos siglos de prédica cristiana y por
lo tanto de intolerancia en materia sexual, habian terminado por imponer en LOS REYES SEXUALES II 147
todo el espacio occidental, teniendo como pilares el modelo del matrimonio
para la sociedad laica y el del celibato casto para la sociedad monâstica, una
clara notion de "normalidad" con sus consiguientes exclusiones.
La sociedad en su conjunto reaccionô, ya por intereses politicos, ya
moralizantes o porque simplemente se puso en marcha el prejuicio fuerte-
mente arraigado, frente al cûmulo de "anormalidades" que se concentraban
en la persona del monarca y que podian incluirse en el concepto forjado por
San Pablo y reforzado durante siglos por los Padres de la Iglesia, de
"antinaturaleza". El rumor sobre la vida sexual de los personajes de la corte
trascendiô los circulos nobiliarios interesados en desprestigiar a la monar-
quia y se difundiô por los pueblos, tal como nos lo dejan sospechar las
menciones que aparecen en las crônicas sobre los cantares y chanzas
populares que circulaban y la poesia satirico popularizante que debiô haber
sido recitada pûblicamente, mediante un circuito de comunicaciôn fâcil-
mente imaginable. No debemos olvidar que en aquellos tiempos la "corte" y
la "aldea" no estaban, y mucho menos en Castilla por las simbiosis original
que se produce en su seno entre valores populares y aristocrâticos, tajante-
mente separadas. El carâcter itinérante de la corte, los nutridos equipos de
servidores — desde guerreros hasta nodrizas — procedentes de los sectores
populares y que pululaban en el entorno cortesano, el impulso permanente
de los miembros de la élite aristocrâtica por transgredir, para satisfacer sus
pulsiones sexuales, los limites de su grupo, nos permiten comprender la
facilidad con que circulaba la information en una sociedad en que nadie
escapaba al control ajeno.
Esta reacciôn unanime y generalizada, esta atenciôn especial que
despertô su figura entre sus contemporâneos, se debe en gran medida a su
papel de dirigente de la comunidad. El rey medieval, también jefe de la
guerra y padre procreador de una estirpe, era la representaciôn misma de los
valores de la virilidad. Por eso, aunque la ley alfonsina afirma como sobre
todo el rey debe cefiirse a la estricta moral conyugal, en la prâctica las
relaciones adultéras del monarca en tanto son una prueba mâs de su fuerza
viril, procreadora, no produjeron ningûn asombro especial. Si el rey
renunciaba a su "virilidad" podia hacerlo mientras encarnase el otro tipo
ideal de las sociedad cristiana medieval, el del santo. Los malos reyes que
conociô la baja edad media castellana, aquellos que no se amoldaron ni al
ideal del santo, ni del guerrero ni del sabio, sumiendo al pais en el flajelo de
la guerra y la miseria, fueron juzgados por sus contemporâneos por tiranos
asesinos o débiles, pero nunca como Enrique IV por sexualmente corrupto.
Ocurriô que este mal monarca francamente inepto como su padre Juan II
para conducir las riendas del estado, no supo cumplir con su funciôn viril, 148 ARTURO R. F1RPO
reproductora. Era "impotente para la procreation" subrayan los testimonios
a partir de su divorcio de la princesa de Navarra, como inepto para la guerra,
como lo demuestran sus fracasos en el frente de Granada. Este trastorno que
se percibe en su impotencia y que sera enriquecido con otras figuras
sexuales, esta perturbaciôn de su pulsion sexual pareciera haber impregnado
todas las funciones que como rey y noble estaba llamado a cumplir. Su
abandono a los "deleites corporales", su bûsqueda incesante de placeres
fuera del lecho conyugal, lo impulsaron permanentemente a transgredir su
roi de jefe de la guerra, de cabeza dirigente de la comunidad y de su propio
estamento, de jefe espiritual delegado del poder di

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