Paracelso, médico-alquimista
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Paracelso, médico-alquimista , livre ebook

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Description

Era un genio para algunos; un médico maldito y un impostor para otros. Paracelso (1493-1541) aparece ante nosotros envuelto en un halo de misterio. Incluso hoy, aunque la mayoría de sus textos han sido traducidos, todavía parece desprenderse de sus controvertidas teorías y planear sobre su personalidad una atmósfera sulfurosa. Paracelso se presenta unas veces como un filósofo espiritualista, un teólogo o un humanista que va al encuentro de las ideas de su época; otras, como un destacado médico que exalta las virtudes de la Naturaleza, o como un alquimista, un «filósofo por el fuego», que recorre los rincones de la vieja Europa en busca de conocimientos ocultos y que realiza curaciones con profusión en su peregrinaje de médico nómada. Un libro único para conocer a este apasionante personaje.

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Informations

Publié par
Date de parution 23 juillet 2012
Nombre de lectures 0
EAN13 9788431552787
Langue Español

Informations légales : prix de location à la page 0,0247€. Cette information est donnée uniquement à titre indicatif conformément à la législation en vigueur.

Extrait

Paracelso
médico-alquimista
Patrick Rivière





PARACELSO
médico-alquimista
A pesar de haber puesto el máximo cuidado en la redacción de esta obra, el autor o el editor no pueden en modo alguno responsabilizarse por las informaciones (fórmulas, recetas, técnicas, etc.) vertidas en el texto. Se aconseja, en el caso de problemas específicos —a menudo únicos— de cada lector en particular, que se consulte con una persona cualificada para obtener las informaciones más completas, más exactas y lo más actualizadas posible. DE VECCHI EDICIONES, S. A.


© De Vecchi Ediciones, S. A. 2012
Avda. Diagonal, 519-521 08029 Barcelona
Depósito Legal: B. 15.007-2012
ISBN: 978-84-315-5278-7


Editorial De Vecchi, S. A. de C. V.
Nogal, 16 Col. Sta. María Ribera
06400 Delegación Cuauhtémoc
México


Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o trasmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación, sin permiso escrito de DE VECCHI EDICIONES.
Al «alma» del Rebis, cuyo destino no sabría ser otro que el de las alas que yacen en la tierra...
Años de juventud e iniciación


T eofrasto (el futuro Paracelso ) nació el día 10 de noviembre de 1493, en Einsiedeln, una población suiza de la región de Zúrich, en la ruta de los peregrinajes del Etzel. Fue el único hijo de Elsa Oschner y de Wilhelm von Hohenheim, descendiente de los ilustres Bombasto de Suabia que eran originarios de Hohenheim, cerca de Stuttgart.
Lo bautizaron con este nombre en recuerdo del pensador griego que fue discípulo y amigo de Aristóteles, Teofrasto Tyrtamos de Ereso, un físico especialista en las propiedades medicinales de las plantas y de los minerales por el que sentía una admiración sin límites el padre de Teofrasto, el doctor von Hohenheim, el cual ejercía la profesión de médico y al mismo tiempo se dedicaba al estudio de la química antigua, es decir, la alquimia .
Debido a las guerras suabas, el doctor von Hohenheim tuvo que trasladarse en el año 1502 con su familia a Villach, en la región minera de Carintia. Allí, además del tiempo que dedicaba a la actividad médica, se convirtió en instructor de la Escuela de minas, y también fue allí donde comenzó a ejercer gran influencia en el destino de su hijo, al hacerle descubrir cada día las maravillas de la Naturaleza.
Su madre, empleada en el convento de Nuestra Señora de la Ermita y gran piadosa, se encargó de inculcarle una fe inquebrantable en Dios, una fe que Teofrasto manifestó a lo largo de toda su vida.
Por desgracia, perdió a su madre muy pronto, cuando era todavía muy niño. A causa de su naturaleza débil y su propensión al raquitismo, el padre se ocupó de él muy atentamente, prodigándole cuidados constantes. Se ocupó también de forma admirable de su educación, uniendo lo útil con lo agradable; el doctor von Hohenheim visitaba a menudo a sus pacientes acompañado de su hijo, lo que permitía a este último sacar provecho de los beneficios que la vida al aire libre supone para la salud. Los largos paseos a los que estaba acostumbrado desde su más tierna infancia lo habían llevado por encima del Etzel, más allá de las poblaciones que se encontraban a orillas del lago de Zúrich. De esta forma, el joven Teofrasto entró muy pronto en contacto con la Naturaleza, a la que más tarde llenó de alabanzas, calificándola de gran laboratorio y exaltando de ella su propia luz , superior a la del sol. Pero por aquel entonces se conformaba con aprender de las páginas de su gran libro, que su padre ojeaba con gran delicia haciéndole descubrir las virtudes curativas de las plantas que se encontraban por los prados y los bosques cercanos al Sihl, en el que se sucedían por turnos, según los periodos de floración, prímulas, gencianas, salvia, ranúnculos, manzanilla, cólquico, angélica, adormidera, belladona, datura, dedalera, achicoria y toronjil. Por otro lado, los libros mágicos de esa época otorgaban propiedades especialmente mágicas a algunas de estas plantas; con toda seguridad, estos conocimientos impresionaron al niño, que de la mano del doctor asistía ya maravillado al milagro de la Naturaleza.
Padre e hijo también debieron recorrer a menudo los antiguos bosques de alerces que jalonaban la ruta de Bleiberg, en las pendientes de Dobratsch, para observar los minerales en sus diversos aspectos y las transformaciones que experimentan después de su extracción. Por otra parte, Paracelso evocará más adelante el gran interés suscitado por estas minas, cuya indeleble huella permanecería en el corazón de su memoria:

En Bleiberg se puede encontrar un maravilloso mineral de plomo que abastece a Alemania, Panonia y Turquía, desde Italia a Hutenberg; hay mineral de hierro que contiene un acero excelente y muchos minerales de alumbre, así como vitriolo muy concentrado, mineral de oro y mineral de cinc, un metal raro y que no se encuentra en ningún otro lugar de Europa. Hay también un excelente cinabrio que contiene mercurio y otros metales, pero no me es posible mencionarlos todos. Así pues, las montañas de Carintia son como un cofre que, al abrirlo con una llave, revelara preciosos tesoros.
(Crónica de Carintia)

Estas minas pertenecían a la famosa familia de los Fugger de Augsburgo, que habían fundado la Escuela de minas en la cual el doctor von Hohenheim enseñaba a los capataces las particularidades de la química metalúrgica.
Teofrasto seguía también a su padre en esos menesteres y asistía a los cursos que impartía, aunque se trataba de cursos para adultos. Es necesario aclarar que su padre realizaba un gran número de experimentos en el pequeño laboratorio que había construido en su residencia, en el número 18 de la plaza del mercado, en Villach, y que por lo tanto el niño estaba familiarizado desde muy pequeño con algunos rudimentos de la química antigua. Indudablemente, es fácil adivinar cierta predestinación en el futuro Paracelso.
Muy pronto llegó el momento en que el niño tenía que recibir la educación que correspondía a su edad. Entonces su padre decidió enviarlo a la famosa escuela de los benedictinos del monasterio de San Andrés, en Lavantha, en la que el joven cumplió con sus deberes religiosos. La instrucción religiosa que recibió animó su creencia en un Dios de amor trascendental, principio único del origen de todo, pero también en un Dios profundamente inherente a la Naturaleza y, como consecuencia, al hombre. La vida interior y espiritual del joven Teofrasto se desarrolló, por lo tanto, muy temprano. El encuentro con el obispo Eberhard Baumgertner, que también era alquimista, contribuyó a ello con toda seguridad, sobre todo porque el obispo practicaba la alquimia en los laboratorios de los Fugger.
No debemos olvidar que Wilhelm von Hohenheim era invitado igualmente con bastante frecuencia a practicar la alquimia, a veces en presencia de su hijo, que asistía maravillado a la magia del crisol al rojo vivo en un fuego de fusión que separaba el metal de los materiales inútiles. A continuación se realizaban los múltiples juegos de manos y operaciones secretas que participaban en lo que se podría considerar como una auténtica transmutación de la materia.
Seguramente, Teofrasto realizó allí su aprendizaje de alquimista, rematando los conocimientos adquiridos en la escuela minera de Hutenberg sobre el arte de la transformación de los minerales en metales y la observación del crecimiento de los minerales en el interior de la explotación minera de los Fugger. Sin duda, ya participaba en la dura labor de los mineros. La vocación alquimista tuvo que nacer por entonces en el futuro Paracelso.
Muy pronto, el joven Teofrasto mostró un carácter turbulento pero ávido de conocimientos, en el que ya se podían percibir los inicios de una fuerte personalidad. Seguramente, su carácter era en parte producto de la genética, pues su abuelo paterno estuvo dotado de una especial valentía, salpicada de fogosidad y de ímpetu. En efecto, George Bombasto von Hohenheim, caballero de la orden de San Juan, se había ilustrado acompañando a su soberano Eberhard el Piadoso durante un periplo aventurero en Palestina. Además, era un verdadero caballero andante, y actuó como caballero solitario en más de una ocasión. Tomó partido en contra de la dieta del Imperio mostrando su desacuerdo con vehemencia, así era el abuelo del futuro Paracelso: individualista, vengativo, incluso violento si lo creía necesario. El niño tenía de dónde sacar ese temperamento impetuoso que manifestaba sin vergüenza y que caracterizaría su tormentoso destino...
Sin embargo, esto no mancillaba de ningún modo sus preocupaciones místicas, alimentadas por sus preceptores eclesiásticos (que, como ya hemos visto, no era

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