Don Ernesto en Salamanca: Los años difíciles
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Resumen
Han pasado 18 años desde la celebración del Primer Memorial Guillermo Arce y 10 años desde que se transformó en el Memorial Guillermo Arce-Ernesto Sánchez Villares, para honrar a estos dos insignes maestros de la Pediatría española. A lo largo de estas sesiones anuales conmemorativas, oradores del más alto rango humanístico y científico han presentado este Memorial, glosando sus personalidades irrepetibles...

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Publié le 01 janvier 2006
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Langue Español

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Bol SCCALP 198 - 116p 16/10/06 18:01 Página 266
BOL PEDIATR 2006; 46: 266-268
Innauguración Oficial del Memorial
Don Ernesto en Salamanca: Los años difíciles.
M. MARTÍN ESTEBAN
Han pasado 18 años desde la celebración del Primer cias proceden fundamentalmente de frecuentes conversa-
Memorial Guillermo Arce y 10 años desde que se transfor- ciones con dos de sus discípulos más directos. Conversa-
mó en el Memorial Guillermo Arce-Ernesto Sánchez Villa- ciones desarrolladas en situaciones completamente dife-
res, para honrar a estos dos insignes maestros de la Pedia- rentes: las primeras, con el propio don Ernesto en nuestro
tría española. A lo largo de estas sesiones anuales conme- ambiente salmantino de los Servicios de Pediatría del enton-
morativas, oradores del más alto rango humanístico y cien- ces Hospital Provincial. Las segundas, algunos años des-
tífico han presentado este Memorial, glosando sus perso- pués y en muy diversas ocasiones, con otro de los discípu-
nalidades irrepetibles. los preferidos de don Guillermo, Carlos Vázquez, inolvi-
Con estos antecedentes, es un alto honor para mí haber dable amigo y compañero en el ambiente madrileño del Hos-
sido invitado por el Comité Organizador del Memorial para pital Infantil La Paz. Puedo asegurar que jamás he visto a
presentar esta sesión inaugural. Pero, al mismo tiempo, tam- dos personas, en tiempos y circunstancias tan distintos,
bién es una enorme responsabilidad que sólo me atrevo a hablar con el mismo entusiasmo de su maestro y amigo.
asumir por dos motivos: el primero, como una demostra- De don Ernesto se puede decir mucho y bien, y mucho
ción de mi admiración, respeto y cariño hacia don Ernes- y bien se ha dicho y escrito en nuestro Boletín de Pediatría
to; el segundo, porque este acto se desarrolla precisamente y fuera de él. Por ello, voy a limitarme a glosar una época
en mi querida Salamanca, la ciudad que me vio nacer y cre- muy concreta, relativamente breve, poco más de cuatro años,
cer, donde estudié Medicina y Pediatría y donde precisa- en que permanecí a su lado en los Servicios clínicos de la
mente tuve la inmensa suerte de encontrar a este maestro Cátedra de Pediatría de Salamanca. Su comienzo y final tie-
excepcional que supo sembrar en aquel joven estudiante, nen fechas muy concretas, tanto que, después de transcu-
con ciertas veleidades farmacológicas y cardiológicas, un rridos más de 40 años, no he podido olvidarlas: su comien-
entusiasmo por la Pediatría y, sobre todo, una forma de hacer zo fue el 20 de diciembre de 1959, como estudiante de Medi-
que he procurado mantener a lo largo de toda mi vida pro- cina, cuando, orgullosamente, tomé posesión de mi flamante
fesional. plaza de alumno interno de Clínicas, adscrito a Pediatría.
Mi recuerdo de don Guillermo Arce ha de ser obligada- Su final, el 6 de junio de 1964, fecha de la lectura de mi tesis
mente breve. No tuve la suerte de conocer personalmente a doctoral.
esta insigne figura de la Pediatría española de postguerra:
todos mis datos son indirectos. Aparte de los numerosos ¿Por qué elegí Pediatría, Servicio con un catedrá-
escritos publicados sobre su vida y su obra, muchos de ellos tico ausente que nunca llegaría a incorporarse, teniendo a
recogidos en las páginas del Boletín de Pediatría, mis viven- mi disposición todas las vacantes existentes, algunas en cáte-
© 2006 Sociedad de Pediatría de Asturias, Cantabria, Castilla y León
Éste es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia Reconocimiento-NoComercial de Creative Commons
(http://creativecommons.org/licenses/by-nc/2.1/es/), la cual permite su uso, distribución y reproducción por cualquier medio para fines no comerciales,
siempre que se cite el trabajo original.
266 VOL. 46 Nº 198, 2006Bol SCCALP 198 - 116p 16/10/06 18:01 Página 267
M. MARTÍN ESTEBAN
dras de reconocido prestigio? Habría diversos motivos que Por ello, a pesar de las dificultades de la situación, pudi-
serían largos de explicar y no hacen al caso, pero los dos mos disfrutar durante esos años de una Cátedra y un Ser-
meses previos, asistiendo a la clase diaria de Pediatría de vicio clínico de Pediatría pujante y entusiasta. Cuando ini-
don Ernesto, sólo un sencillo profesor adjunto, con su cla- cié mi andadura en Pediatría era muy poco lo que teníamos,
ridad de expresión, su incursión en los detalles más pro- pero ¡como se aprovechaba! El Servicio de Pediatría del
fundos y últimos, haciendo fácil lo aparentemente compli- entonces Hospital Provincial y Clínico disponía de una uni-
cado, y, sobre todo, su dedicación, me marcaron definitiva- dad de 30 camas y cunas y una o dos habitaciones en el pabe-
mente. Estoy seguro de que, si esa situación volviera a pre- llón de infecciosos anejo. Allí encontré, rodeando a don
sentarse, no dudaría en repetir mi elección. Ernesto, veteranos como Federico de los Ríos, clínico meti-
Pero, si ese tiempo fue breve, también es cierto que fue culoso, Delfín Pérez-Sandoval, investigador inquieto, res-
difícil e intenso. Me atrevería a decir que, posiblemente, fue- ponsable del pequeño laboratorio del Servicio, o José Gar-
ron los años más difíciles y clave en la trayectoria profesional cía Foulquié, mezcla de anestesista, reanimador e intensi-
y docente de don Ernesto. Efectivamente, don Guillermo Arce vista con gran precariedad de medios, pero fundamental a
continuaba como catedrático de Pediatría de Salamanca, pero, la hora de llevar a cabo la rehidratación de un lactante con
debido a su enfermedad, su ausencia era total. Ante esta situa- gastroenteritis, proceso tan frecuente por entonces. Junto a
ción, don Ernesto tuvo que asumir su representación a todos ellos, pediatras formados que iban a empezaban su anda-
los niveles, docente, investigador, claustral, aunque seguía dura profesional en otras tierras, como Manuel Hernández
siendo sólo profesor adjunto. Incluso en los diversos informes hacia Vizcaya, Domingo García Pérez y Pedro Cuadrado a
o certificados que debía expedir, siempre figuraba la frase “... tierras cordobesas y otros más. También un grupo de entu-
de la que es titular el Prof. G. Arce, eventualmente ausente”, siastas recién licenciados o a punto de serlo, como Juan José
eventualidad y ausencia que nunca acabaron hasta la jubila- y Jesús Sánchez Martín, Mariano Práxedes, Ana María Dorre-
ción de don Guillermo (1964), pocos años antes de su falleci- go, Margarita Tabernero y algunos otros que tampoco tar-
miento. Sin embargo, los que le rodeábamos podíamos obser- daron en dispersarse por diversos puntos de la geografía
var con satisfacción la alta consideración que le otorgaban española, llevando la huella de esta auténtica escuela de
todos los estamentos universitarios de Salamanca y, muy par- Pediatría, escuela que, para serlo, no tenía necesidad de un
ticularmente, los profesores de su Facultad de Medicina. reconocimiento oficial; la Escuela Profesional de Pediatría
Como era previsible, esta situación de provisionalidad de la Universidad de Salamanca aparecería, como una con-
de don Ernesto también repercutió en su carrera profesio- secuencia lógica, algunos años después. Otros permanecie-
nal. Estábamos en una época de durísima competición para ron al lado del Maestro, como Ricardo Escribano y Pablo
el acceso a alguna de las diez cátedras de Pediatría que González. En años sucesivos se adhirieron otros futuros
entonces existían en la Universidad española. Eran muy pediatras, como Ana María de Carlos, Jorge Suescum, Fran-
pocas las vacantes que se producían. Por supuesto, faltaban cisco Plaza y, especialmente, Manuel Crespo, entrañable
algunos decenios para que apareciera el fenómeno de la amigo, con quién compartí muy estrechamente estos años
“habilitación”. Si se producía alguna vacante, los tribuna- iniciales de formación pediátrica junto a don Ernesto. Para
les de oposiciones a cátedra estaban copados por profeso- todos era una situación precaria, de asistentes voluntarios,
res, muchos divididos en banderías opuestas, que funda- sin un futuro claro, por lo menos en el ámbito cercano. Aún
mentalmente se limitaban a colocar a sus colaboradores o no se había iniciado el sistema hospitalario de la Seguridad
amigos; entre estos catedráticos nunca podría estar, por des- Social y la posibilidad de ejercicio de una Pediatría hospi-
gracia, don Guillermo. Sin embargo, esa lucha en solitario, talaria era remota. Para mí, sólo tenía la seguridad de una
incluso como “enfant terrible” de la Pediatría del momen- formación pediátrica sólida, al lado de un Maestro, con un
to, jamás lleg

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