LV2 L Que se vayan todos
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Page 1 sur 4 « Que se vayan todos » 18 de diciembre de 2001: Ana, hija de exiliados argentinos en Francia, llega a Buenos Aires en plena crisis política. ¿En qué momento Ana dejó de ser espectadora, para pasar a formar parte de esa multitud que se concentró en la Plaza de Mayo? Mujeres y hombres de todas edades, vestimentas y estratos sociales, niños de la mano de sus padres o a babucha : « El pueblo unido jamás será vencido ». ¿Fue cuando, ya en la Plaza, comenzó a cantar con los otros? 5 ¿Cuando dio su primer golpe a la cacerola? ¿Cuando anunciaron la renuncia del ministro de economía Cavallo y Luis y Fede y sus amigos la abrazaron? Cuando ese anciano, con voz recia, gritó: « Basta, carajo, que se vayan todos », y como una antorcha encendida el fuego de sus palabras se propagó y pronto fueron miles y miles coreando: «Que se vayan todos, que 10 no quede ni uno solo ». Lo cierto es que ahora, cuando el periodista le pregunta a un hombre mayor y curtido, completamente desnudo, en el momento que lo meten en un carro celular1: « ¿No le da vergüenza estar desnudo delante de tanta gente? », y el hombre responde: « Por supuesto que tengo vergüenza ¿Cómo no voy a tener vergüenza? », Ana se 15 sobrecoge2, siente esa multitud desnuda, sin nada ya que la proteja de tanta ignominia.

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« Que se vayan todos » 18 de diciembre de 2001: Ana, hija de exiliados argentinos en Francia, llega a Buenos Aires en plena crisis política. ¿En qué momento Ana dejó de ser espectadora, para pasar a formar parte de esa multitud que se concentró en la Plaza de Mayo? Mujeres y hombres de todas edades, vestimentas y estratos sociales, niños de la mano de sus padres o a babucha : « El pueblo unido jamás será vencido ». 5¿Fue cuando, ya en la Plaza, comenzó a cantar con los otros? ¿Cuando dio su primer golpe a la cacerola? ¿Cuando anunciaron la renuncia del ministro de economía Cavallo y Luis y Fede y sus amigos la abrazaron? Cuando ese anciano, con voz recia, gritó: «Basta, carajo, que se vayan todos »,y como una antorcha encendida el fuego de sus palabras se 10propagó y pronto fueron miles y miles coreando: «Que se vayan todos, que no quede ni uno solo». Lo cierto es que ahora, cuando el periodista le pregunta a un hombre mayor y curtido, completamente desnudo, en el 1 momento que lo meten en un carro celular: «¿No le da vergüenza estar desnudo delante de tanta gente?», y el hombre responde: «Por supuesto 15que tengo vergüenza ¿Cómo no voy a tener vergüenza?», Ana se 2 sobrecoge , siente esa multitud desnuda, sin nada ya que la proteja de tanta ignominia. Tres palmeras arden dando una extraña fisonomía a esa 3 muchedumbre quecanta el himno, mientras la policía avanza para 20dispersarlos. Ana no conoce el himno nacional argentino, nada le dicen esa música y esa letra grandilocuente y anodina, pero una emoción grave y generosa se desprende de quienes lo entonan, como si estar allí, todos juntos, y cantar esas estrofas les permitiera recuperar una dignidad perdida hace quién sabe cuántos aňos. 25-Setenta y uno -le dirá Luis más tarde, mientras caminan hacia su hotel-. En el treinta fue el primer golpe militar. Ahí comenzó a 4 desbarrancarse elpaís en una sucesión cada vez más sanguinaria de dictaduras interrumpiendo la vida democrática. Pero esta vez los de siempre no pueden golpear la puerta de los cuarteles, el pueblo ha aprendido -la 5 30expresión de triunfo le ilumina las facciones-. No podrán volver los milicos . Recién hoy, Ana, terminó. Ella no está tan segura como Luis y sus amigos de que esa noche sea el fin de los milicos, de los radicales y los peronistas, de todos los políticos 6 corruptos , sordos y ciegos a la sociedad que representan, como hoy se ha 35demostrado. Piensa que es una esperanza desesperada pero no lo discute,
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