Cinq lettres de José Maria de Hérédia. - article ; n°1 ; vol.128, pg 189-207
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Description

Bibliothèque de l'école des chartes - Année 1970 - Volume 128 - Numéro 1 - Pages 189-207
19 pages
Source : Persée ; Ministère de la jeunesse, de l’éducation nationale et de la recherche, Direction de l’enseignement supérieur, Sous-direction des bibliothèques et de la documentation.

Informations

Publié par
Publié le 01 janvier 1970
Nombre de lectures 17
Langue Español
Poids de l'ouvrage 3 Mo

Extrait

J. F. Fino
Cinq lettres de José Maria de Hérédia.
In: Bibliothèque de l'école des chartes. 1970, tome 128, livraison 1. pp. 189-207.
Citer ce document / Cite this document :
Fino J. F. Cinq lettres de José Maria de Hérédia. In: Bibliothèque de l'école des chartes. 1970, tome 128, livraison 1. pp. 189-
207.
doi : 10.3406/bec.1970.449862
http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/bec_0373-6237_1970_num_128_1_449862MÉLANGES
CINQ LETTRES DE JOSÉ MARIA DE HÉRÉDIA
Dans son ouvrage sur J. M. de Hérédia, M. Ibrovac écrit : « Le poète
fut en 1901 le correspondant du journal El Pais de Buenos Aires1 »
et il ajoute la note suivante : « II avait adressé au directeur cinq lettres,
écrites en français et publiées en espagnol, qu'il nous a été impossible
de voir. L'éminent bibliographe, M. Georges Vicaire, a pu en savoir
les sujets. Hérédia y parle de la seconde visite du tsar (3 février) ;
de sa récente maladie ; de son retour à la vie, le télégramme ayant
câblé la mort du poète (16 février) ; de l'Académie française et d'une
conversation avec le duc de Broglie sur Lamartine (3 mars) ; de « La
« défense de Bazeilles — la dernière cartouche » (31 mars). Dans sa
cinquième lettre, qui s'adresse tout particulièrement au directeur,
le poète parle de sa mauvaise santé, de ses occupations à l'Académie
et à la bibliothèque de l'Arsenal (5 mai 1901). »
El Pais, fondé en 1899, cessa de paraître il y a plus d'un demi-
siècle et ses archives disparurent. Sauf si les lettres originales de Héré
dia sont passées dans une collection particulière — circonstance peu
probable — il n'en subsisterait aujourd'hui que les textes parus dans le
journal de Buenos Aires.
La seule collection complète de El Pais qui existe encore est celle
qui se trouve déposée à laBiblioteca Nacionál de Buenos-Aires. Georges
Vicaire écrivit à Paul Groussac, Français né à Toulouse le 15 fé
vrier 1848, directeur de la Biblioteca Nacionál de 1885 à 1929, date
de sa mort, et celui-ci lui fit parvenir le résumé des lettres de Hé
rédia auquel fait allusion Ibrovac. Il nous a donc semblé intéressant de
reproduire ici «in extenso » ces textes peu connus d'un ancien élève de
l'École des chartes.
J. F. Fino.
I
Lettre datée du 1er décembre 1900, publiée dans le journal El Pais, du 3 février
1901.
Titre : De Heredia (Especial para El Pais) — Clausura de la Exposition — El
Presidente Kruger — El Puente Alejandro III — Recuerdos de Octubre de
1. Ibrovac, M., José Maria de Heredia. Sa vie, son œuvre. Paris, 1923, p. 1 72. ■
.
190 MÉLANGES
1896 — El Emperador de Rusia en Paris — La Ceremonia de la inaugura-
ción — Nicolas II — La Emperatriz — El Presidente Felix Faure — El
Saludo al Emperador.
Paris, Ie de diciembre de 1900.
seňor director de El Pais :
La gran feria del mim do ha concluido. La Exposición ha cerrado sus puertas
y se ha clausurado en medip.de las desilusiones, de las reclamaciones, de las
recriminaciones, de las ruinas, de las quiebras que una lluvia, un torrente de
condecoraciones, de medallas y de diplomas de honor han tratado en vano de
ahogar, de sofocar, de apaciguar y de consolar. Y por una coincidencia verda-
deramente trágica, su ultimo visitante fué el presidente Kriiger. Este rudo y
noble anciano, á las puertas ya de la muerte, simbolo vivo de un pueblo heroico
que lucha hasta la muerte por la independencia y lalibertad, ha querido contem-
plar la gran Muerta antes que su cadaver entrase en compléta descomposición.
i Que queda de esta prodigiosa, magnifica y hasta, algunas veces, mons-
truosa manifestation de la voluntad y de la industria humanas, que convirtiô
à Paris durante más de seis meses, en una ciudad inhabitable para los pari-
sienses? El recuerdo de un sueno confuso, énorme, más curioso que bello.
i Que quedará de ella? Un inmenso montón de escombros en medio de los
cuales se alzarán los dos encantadores palacios á cuyo centro se abre la gran-
diosa perspectiva que, franqueando el puente Alejandro III, conduce las
miradas y los pasos del paseante maravillado, dosde los Campos Eliseos, el
más delicioso paseo del mundo, hasta los Inválidos, el más noble de los monu-
mentos del siglo xvu, coronado por su cupula dorada, la más perfecta, sin
exceptuar la de San Pedro de Roma, que haya jamás dibujado sobre el azul
del cielo el arte consumado de un ilustre arquitecto.
El mejor elogio que se puede hacer de esta obra maestra de metal que se
llama puente Alejandro III, es constater que no es indigno de conducir á la
obra maestra de piedra construida por Mansart. Este puente es de una elegancia
y de un atrevimiento verdaderamente incomparables, y lamento únicamente
que se le haya quitado algo de su ligereza al pretender adornarle con los dos
escudos centrales que unas ninfas, tan desnudas como simbólicas, exponen,
sin temor del sol, del viento, de la nieve ó de la lluvia, sus cuerpos, más robus-
tos que graciosos y cuya carne de hierro puede desafïar todas las intempéries
bajo una triple capa de pintura. No soy, seguramente, el unico admirador de
este bello puente y de su cuádruple portada que coronan cuatro Pegasos de
oro ; pero tengo, me parece, un derecho especial de considerarlo con una sim-
patia particular, un placer al que se mezcla un poco de orgullo. Tengo carino
por este puente : si no soy su arquitecto, soy su poeta.
Antes de que existiese, yo lo habia imaginado, descripto, celebrado, consa-
grado. Es mi puente. Evoca el recuerdo más glorioso de mi vida.
■A fines del mes de septiembre de 1896, me encontraba á orillas del mar,
en las cercanias de San Malo. Me deleitaba alli gozando de la belleza de los
primeros dias de otoňo, bajo la tenue sombra de los pinos, echado sobre el ■
MÉLANGES 191
musgo sembrado de una gran cantidad de sus finas agujas. Respiraba el olor,
aromático y saludable, de los árboles resinosos, calentados рог esos ùltimos
rayos del sol tan tibios, y al que se mezclaban los perfumes del mar y de las
algas.
Contemplaba el sol que se escondía detrás de las rocas de la isla de Cézambre
y que iluminaba las murallas de la vieja ciudad de San Malo, que parece nadar
sobre el mar en una gloria de oro ; mis ojos y mis pulmones se deleitaban ;
dejaba con fruition correr las horas deliciosas. Olvidaba alli el mundo y Paris :
no me venia al espiritu el preocuparme de las fiestas que en la capital se prepa-
raban para celebrar la próxima visita del zař Nicolas II.
Una maňana, á la aislada casa de campo en que vivía, llegó un telegrama :
« iQuiere hacer usted la oda al emperador de Rusia para la inauguration
del puente Alejandro III? — Firmado : Hanotaux. »
Mi amigo Gabriel Hanotaux era entonces, como es sabido, ministro de rela-
ciones exteriores. Confieso que me produjo una impresión bastante desagra-
dable, el ver asi interrumpida mi perezosa contemplation de las bellezas de la
naturaleza. Estaba indeciso. Solicité por telégrafo cuarenta y ocho horas
para reflexionar.
Pero un segundo telegrama, esta vez imperativo, me llegó la misma tarde :
• Es necesario. El tiempo urge. Contestation inmediata. » Bra un amigo muy
querido el que insistia de esta manera. Comprend! que se me presentaba en
ese momento una ocasión única de agradecer la maternai hospitalidad de
la Francia, que me había recibido muy niňo, alimentado, educado, querido y
que me había libérrimamente concedido la más amplia carta de ciudadania
al recibirme, poeta á la vez francès y americano en la más ilustre asamblea,
la Academia Francesa.
Acepté. Al dia siguiente tomaba el expreso y, mecido por el movimiento
cadencioso del třen que me arrastraba hacia la gran ciudad, empecé á rumiar
mi poema. Al llegar á Paris encontre cuatro letras de Hanotaux, anunciándome
que me esperaba. Mientras almorzábamos, me puso al corriente de lo que
había sucedido.
La Academia y el presidente de la república habían designado á mis dos
colegas y amigos, François Goppée y Sully Prudhomme, para saludar al zar
en el Instituto y en Versalles.
Se trataba de elegir el poeta que daria oficialmente la bienvenida al empera
dor Nicolas en nombre del gobierno y de Francia, en la ceremonia de la solemne
inauguration del puente Alejandro III, acto en el cual, al colocar la primera
piedra, en union del presidente de la república, nuestro ilustre huésped debia,
al mismo tiempo, sellar la alianza de Francia y de Rusia. En el consejo de
ministros mi nombre habia sido pronunciado. « Pero no dispondra ni

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