La Prisionera de los Krinar
192 pages
Español

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La Prisionera de los Krinar , livre ebook

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Description

Una novela romántica independiente de la autora superventas en las listas del New York Times de las obras Secuestrada y de Las crónicas de Krinar.



Emily Ross nunca se habría esperado sobrevivir a su caída mortal en la selva de Costa Rica, y por supuesto jamás se habría imaginado que despertaría en una extraña casa futurista, prisonera del hombre más atractivo que había visto en su vida. Un hombre que parece ser algo más que humano...



Zaron está en la Tierra para preparar la invasión krinar... y para olvidar la terrible tragedia que destrozó su vida. Sin embargo, cuando encuentra el cuerpo destrozado de una joven humana, todo cambia. Por primera vez en años, siente algo distinto a la rabia y el dolor, y todo eso tiene una razón: Emily. Dejarla marchar comprometería su misión, pero retenerla podría destruirle una vez más.



NOTA: Esta es una novela romántica, completa e independiente cuya trama se sitúa aproximadamente cinco años antes de la trilogía de Las crónicas de Krinar (también conocida como la historia de Mia y Korum). No es necesario que haberse leído esa trilogía para disfrutar de este libro.

Informations

Publié par
Date de parution 09 mars 2021
Nombre de lectures 1
EAN13 9781631424601
Langue Español

Informations légales : prix de location à la page 0,0017€. Cette information est donnée uniquement à titre indicatif conformément à la législation en vigueur.

Extrait

La Prisionera de los Krinar


Anna Zaires

♠ Mozaika Publications ♠
Índice



Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Capítulo 39

Capítulo 40

Epílogo


Extracto de Contactos Peligrosos

Extracto de Secuestrada

Sobre La Autora
Este libro es una obra de ficción. Los nombres, personajes, y situaciones narrados son producto de la imaginación del autor o están utilizados de forma ficticia y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, establecimientos comerciales, acontecimientos o lugares es pura coincidencia.
Copyright © 2016 Anna Zaires y Dima Zales
www.annazaires.com
Traducción de Isabel Peralta
Todos los derechos reservados.
Salvo para su uso en reseñas, queda expresamente prohibida la reproducción, distribución o difusión total o parcial de este libro por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, sin contar con la autorización expresa de los titulares del copyright.
Publicado por Mozaika Publications, una marca de Mozaika LLC.
www.mozaikallc.com
Portada de Okay Creations
www.okaycreations.com
e-ISBN: 978-1-63142-189-1
ISBN: 978-1-63142-190-
Capítulo Uno

N o quiero morir. No quiero morir. Por favor, por favor, por favor, no quiero morir.
En su mente se repetían una y otra vez las mismas palabras, una plegaria desesperada que nadie escucharía jamás. Los dedos se deslizaron otro centímetro por el áspero tablón de madera, haciendo que sus uñas se rompieran en el intento de mantenerse sujeta.
Emily Ross se estaba aferrando literalmente con uñas y dientes, suspendida de un viejo puente roto con una sola mano. A cientos de metros por debajo, el agua del torrente de montaña rugía sobre las rocas, con el cauce henchido por las recientes lluvias.
Esas lluvias eran en parte las responsables de su situación actual. Si las tablas del puente hubieran estado secas, posiblemente ella no habría resbalado ni se habría torcido el tobillo. Y seguro que no se habría caído sobre la barandilla ni esta habría cedido bajo su peso.
Solo un gesto desesperado para agarrarse en el último segundo había evitado que Emily se precipitara en picado hacia la muerte. Mientras caía, su mano derecha se había cogido de un pequeño saliente del lateral del puente, y ella se había quedado balanceándose en el aire a cientos de metros sobre las duras rocas.
No quiero morir. No quiero morir. Por favor, por favor, por favor, no quiero morir.
No era justo. Esto no tendría que haber ocurrido. Eran sus vacaciones, su momento de recuperar la cordura. ¿Cómo iba a morirse ahora? Ni siquiera había empezado a vivir todavía.
Las imágenes de los últimos dos años se deslizaron por el cerebro de Emily igual que las presentaciones de PowerPoint en las que había invertido tantas horas. Cada noche, cada fin de semana que había pasado en la oficina y que no habían servido de nada. Ella había perdido su trabajo durante los recortes, y ahora estaba a punto de perder la vida.
¡No, No!
Emily pataleó, e hincó las uñas con más fuerza en la madera. Levantó el otro brazo, estirándolo hacia el puente. Esto no podía pasarle a ella. No lo permitiría. Había trabajado demasiado duro para dejar que le venciera un estúpido puente de la jungla.
Por el brazo le resbalaba la sangre que la áspera madera le hacía brotar al despellejarle los dedos, pero ignoró el dolor. Su única esperanza de supervivencia consistía en tratar de agarrarse del borde del puente con la otra mano para poder subir. No había nadie por allí para rescatarla, nadie que le salvara la vida excepto ella misma.
La posibilidad de morir sola en la selva tropical no se le había pasado a Emily por la cabeza al embarcarse en este viaje. Estaba acostumbrada a hacer senderismo, a acampar. E incluso después de los dos últimos años infernales, seguía estando en forma y siendo fuerte y atlética, gracias a haber salido a correr y a todo el deporte que había practicado en el instituto y la universidad. Costa Rica estaba considerada como un destino seguro, con una baja tasa de criminalidad y una población que cuidaba al turista. También era barato... un factor importante para su cuenta de ahorros en proceso de vaciarse rápidamente.
Ella había reservado este viaje antes . Antes de que el mercado se desplomara de nuevo, antes de que otra tanda de despidos les hubiera costado el empleo a miles de trabajadores de Wall Street. Antes de que Emily llegara a su puesto un lunes, soñolienta por haber trabajado todo el fin de semana, para marcharse de la oficina ese mismo día con todas sus pertenencias metidas en una pequeña caja de cartón.
Antes de que su relación de cuatro años se hubiese ido al traste.
Eran sus primeras vacaciones en dos años, y ella iba a morir.
No, no pienses de esa manera. No va a ocurrir.
Pero Emily sabía que se estaba engañando a sí misma. Podía sentir cómo sus dedos iban resbalándose cada vez más, y cómo aumentaba el dolor en su brazo y hombro derechos por el esfuerzo de sostener el peso de todo su cuerpo. Su mano izquierda estaba a unos centímetros de alcanzar el borde del puente, pero igual daba que esos centímetros hubieran sido kilómetros. No podría conseguir agarrarse con la fuerza suficiente para poder levantarse con un brazo.
¡Hazlo, Emily! ¡No lo pienses, solo hazlo!
Haciendo acopio de todas sus fuerzas, balanceó las piernas en el aire, usando el impulso para elevar un poco el cuerpo por una fracción de segundo. Su mano izquierda alcanzó el saliente, ella se agarró a él... y el frágil pedazo de madera se partió, haciendo que ella soltara un grito de terror.
El último pensamiento de Emily antes de que su cuerpo golpeara contra las rocas fue la esperanza de que su muerte fuese instantánea.



El olor de la vegetación selvática, intenso y penetrante, jugueteaba en las fosas nasales de Zaron. Inhaló profundamente, dejando que el aire húmedo llenara sus pulmones. Aquí, en este recóndito rincón de la Tierra todo estaba limpio, casi tan impoluto como en su propio planeta natal.
Ahora mismo necesitaba esto. Necesitaba el aire puro, el aislamiento. Durante los últimos seis meses, había intentado escapar de sus pensamientos, vivir el momento, pero había fracasado. Ni la sangre y ni el sexo le eran ya suficientes. Podía distraerse mientras follaba, pero el dolor siempre volvía después, tan intenso como siempre.
Al final, había llegado a ser demasiado. La suciedad, las multitudes, el hedor a humanidad... Cuando no estaba inmerso en una niebla de éxtasis, se encontraba asqueado, con sus sentidos abrumados por pasar tanto tiempo en las ciudades humanas. Se estaba mucho mejor aquí, donde se podía respirar sin inhalar venenos, donde podía oler a vida en vez de a productos químicos. En unos años, todo sería distinto, y podría intentar volver a vivir de nuevo en una ciudad humana, pero todavía no.
No hasta que estuvieran totalmente asentados allí.
Ese era el trabajo de Zaron: supervisar los asentamientos. Había estado investigando la fauna y la flora de la Tierra durante décadas, y cuando el Consejo solicitó su ayuda para la inminente colonización, no lo había dudado. Cualquier cosa era mejor quedarse en casa, donde los recuerdos de la presencia de Larita estaban por todas partes.
No había ningún recuerdo aquí. A pesar de su gran parecido con Krina, este planeta era extraño y exótico. Siete billones de Homo sapiens en la Tierra, un número inconcebible, que seguían multiplicándose a un ritmo vertiginoso. Con su corta esperanza de vida y la resultante falta de pensamiento a largo plazo, estaban consumiendo los recursos de su planeta, demostrando una absoluta indiferencia hacia el futuro. En algunos aspectos, le recordaban a la Schistocerca gregaria , una especie de langosta que había estudiado varios años atrás.
Por supuesto, los huma

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