Mi eternidad: Mi Tormento: Libro 4
263 pages
Español

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Mi eternidad: Mi Tormento: Libro 4 , livre ebook

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Description

Luché contra el destino y gané. Hice un trato con el diablo para mantenerla a mi lado.



Se suponía que había terminado. Estábamos destinados a ser felices.



Por desgracia, mis enemigos tenían otros planes.



Nota: Esta es la conclusión de la historia de Peter y Sara. Te recomendamos encarecidamente que leas las trilogías Secuestrada y Atrápame antes de embarcarte en este libro, ya que habrá grandes spoilers de esas dos series.

Informations

Publié par
Date de parution 09 février 2021
Nombre de lectures 1
EAN13 9781631426117
Langue Español

Informations légales : prix de location à la page 0,0022€. Cette information est donnée uniquement à titre indicatif conformément à la législation en vigueur.

Extrait

MI ETERNIDAD
MI TORMENTO: LIBRO 4
ANNA ZAIRES
MOZAIKA PUBLICATIONS
Esta es una obra de ficción. Los nombres, los personajes, los lugares y los acontecimientos son producto de la imaginación del autor o se usan de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, establecimientos comerciales, eventos o sitios es pura coincidencia. Copyright © 2020 Anna Zaires www.annazaires.com/book-series/espanol/ Reservados todos los derechos. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión sin la autorización previa y por escrito del titular del copyright, salvo para su uso en reseñas. Publicado por Mozaika Publications, de Mozaika LLC. www.mozaikallc.com
Traducción de Scheherezade Surià
Diseño de cuberta de Najla Qamber Designs www.najlaqamberdesigns.com
ISBN: 978-1-63142-611-7
Print ISBN: 978-1-63142-612-4
Parte I CapÍtulo 1 CapÍtulo 2 CapÍtulo 3 CapÍtulo 4 CapÍtulo 5 CapÍtulo 6 CapÍtulo 7 CapÍtulo 8 CapÍtulo 9 CapÍtulo 10 CapÍtulo 11 CapÍtulo 12 CapÍtulo 13 CapÍtulo 14 CapÍtulo 15 CapÍtulo 16 CapÍtulo 17 CapÍtulo 18 CapÍtulo 19
Parte II CapÍtulo 20 CapÍtulo 21 CapÍtulo 22 CapÍtulo 23 CapÍtulo 24 CapÍtulo 25 CapÍtulo 26 CapÍtulo 27 CapÍtulo 28 CapÍtulo 29 CapÍtulo 30 CapÍtulo 31 CapÍtulo 32 CapÍtulo 33 CapÍtulo 34 CapÍtulo 35 CapÍtulo 36 CapÍtulo 37 CapÍtulo 38
Parte III CapÍtulo 39 CapÍtulo 40 CapÍtulo 41 CapÍtulo 42 CapÍtulo 43 CapÍtulo 44
CapÍtulo45
Í ND I CE
CapÍtulo 45 CapÍtulo 46 CapÍtulo 47 CapÍtulo 48 CapÍtulo 49 CapÍtulo 50 CapÍtulo 51 CapÍtulo 52 CapÍtulo 53 CapÍtulo 54 CapÍtulo 55 CapÍtulo 56
Parte IV CapÍtulo 57 CapÍtulo 58 CapÍtulo 59 CapÍtulo 60 CapÍtulo 61 CapÍtulo 62 CapÍtulo 63 CapÍtulo 64 CapÍtulo 65 CapÍtulo 66 CapÍtulo 67 CapÍtulo 68 CapÍtulo 69 CapÍtulo 70 CapÍtulo 71 CapÍtulo 72 CapÍtulo 73 CapÍtulo 74 CapÍtulo 75 CapÍtulo 76 CapÍtulo 77 CapÍtulo 78 CapÍtulo 79 CapÍtulo 80 CapÍtulo 81 CapÍtulo 82 CapÍtulo 83 CapÍtulo 84 CapÍtulo 85 CapÍtulo 86 CapÍtulo 87 CapÍtulo 88 CapÍtulo 89 CapÍtulo 90 CapÍtulo 91 CapÍtulo 92 CapÍtulo 93 CapÍtulo 94
CapÍtulo95
CapÍtulo 95 CapÍtulo 96 CapÍtulo 97 CapÍtulo 98 CapÍtulo 99 EpÍlogo
Extracto de Secuestrada Extracto del informe Krinar Sobre la autora
PARTE I
H enderson
1
—¿QESTÁSHACIENdO? La voz nerviosa e Bonnie me saca e mis pensamient os, la miro y escono entre otros ocumentos que hay en mi escritorio la carpet a que estaba examinano mientras me invento una mentira plausible para responerle. Pero mi mujer e veintiún años no me observa. Tiene los ojos fijos en el orenaor que está etrá s e mí, one, ocupano casi toa la pantalla, hay una fotografía e una novia h ermosa e pelo castaño que sonríe a su apuesto esposo. Miera. Creía que había cerrao la pestaña. Se me t ensan los músculos el cuello y la bilis vuelve a quemarme la garganta cuano veo que Bonnie empieza a temblar. —¿Por qué tienes una fotografía suya? —La voz se le vuelve agua mientras irige los ojos hacia mí, acusaores—. ¿Por qué tienes la foto e ese monstruo en la pantalla? —Bonnie… No es lo que piensas. —Me levanto, pero em pieza a retroceer, negano con la cabeza, lo que hace que los penient es largos le golpeen la cara elgaa. —Lo prometiste. Me ijiste que estaríamos a salvo. —Y lo estaremos —igo, pero es emasiao tare. Ya se ha io. de vuelta al abrigo e la cama, con las pastillas y ese programa e televisión sin sentio. de vuelta a one los niños y yo nunca poemos alca nzarla. Me ejo caer en la silla y muevo la cabeza e un la o a otro para liberar la peor parte e la tensión agonizante antes e sacar la ca rpeta e nuevo. El nombre que aparece en ella me observa fijamente, burlón, y avi va los amargos fuegos e la ira. Peter Sokolov. Soy la última persona que quea en su lista. El úni co al que toavía no ha matao por lo que pasó en ese pueblo e miera en daguestá n. Dn error, una oren sin importancia y este es el resultao. durante años, h a estao persiguieno a toa la familia, torturano a nuestros amigos y seres queri os en un esfuerzo por llegar hasta mí, aparecieno en las pesaillas e mis hijos y e struyeno nuestras vias e cualquier manera posible.
Ahora, gracias a la influencia e su colega Esguerr a en el Gobierno, se le ha permitio eambular por ahí en liberta, casarse co n esa lina octora e pelo castaño y vivir en Estaos Dnios como si too estuviera pe ronao y olviao. Como si su promesa e no matarme fuera algo que pu iese creer. dejo caer la miraa sobre el resto e los nombres  e la carpeta. Julian Esguerra. Lucas Kent. Yan e Ilya Ivanov. Anton Rezov. Los aliaos e Sokolov, toos ellos monstruos. deben pagar por lo que han hecho. Como Sokolov, eben ser neutralizaos. Entonces, y solo entonces, estaremos a salvo.
S ara
2
MELEVANTOCONELPENSAMIENTOSOBRECOGEDORDEQUEESTOYCASADA. Casada con Peter Garin, alias Sokolov. El hombre que mató a George Cobakis, mi primer mari do, después de irrumpir en mi casa y torturarme. Mi acosador. Mi secuestrador. El amor de mi vida. Mi mente vuelve a lo que pasó anoche y el calor se me extiende por el cuerpo, una mezcla de vergüenza y excitación. Ayer me castigó. Me castigó por casi plantarle en el altar. Me tomó con brutalidad y, en el proceso, me hizo ad mitirlo, me hizo confesarle que lo amo, amo todo de él, incluidas las partes oscura s. Que necesito esa oscuridad… la necesito dirigida a mí, para poder superar la vergüenza y la culpa de saber que me he enamorado d e un monstruo. Tras abrir los ojos, miro hacia el insulso techo bl anco. Seguimos en mi pequeño apartamento, pero supongo que nos mudaremos pronto. Y, después, ¿qué? ¿Niños? ¿Cenas y paseos por el parque con mis padres? ¿De verdad voy a construir una vida con el hombre q ue amenazó con matar a todos los que estaban en nuestra boda si no aparecía? Debe estar haciendo el desayuno porque me llega un aroma delicioso procedente de la cocina. Es algo dulce y salado a la vez y me gruñe el estómago mientras me incorporo, haciendo una mueca por los músculos dolo ridos. Si vamos a follar mucho en posiciones exóticas, deb ería retomar el yoga. Niego con la cabeza ante ese pensamiento ridículo, voy a ducharme y cepillarme los dientes y, cuando salgo, envuelta en una bata, oigo la voz profunda y con ligero acento de Peter, que me llama. O más bien, reclama a suptichka. —Estoy aquí —contesto al entrar en la cocina antes de verme elevada por unos brazos fuertes y besada con tanta pasión que me que do sin aliento. —Sí, lo estás —murmura mi marido tras soltarme por fin—, estás aquí y no vas a ir a ningún lado. —Me posa las manos enormes en la cad era de forma posesiva y le brillan los ojos como la plata en esa cara oscureci da por la barba de unos días. A
pesar de que lleva puesta una camiseta y unos vaque ros, no debe haberse afeitado todavía, porque esa barba incipiente parece áspera y tosca, lo que hace que me pregunte cómo sería si me la frotase por la piel. De forma impulsiva, llevo la mano a ese mentón cinc elado. Es tan áspera como había imaginado y sonrío cuando él cierra los ojos y se apoya contra la palma, como un gato enorme marcando su territorio. —Es domingo —le digo al bajar la mano cuando abre l os ojos—, así que sí, no voy a ir a ningún lado. ¿Qué hay para desayunar? Sonríe y se aparta antes de soltarme. —Tortitas de ricota. ¿Tienes hambre? —No me vendría mal comer —admito y veo cómo le bril lan de placer esos ojos metálicos. Me siento mientras coge platos para los dos y los c oloca en la mesa. A pesar de que volvió junto a mí el jueves pasado, ya se sient e como en casa en esta diminuta cocina, con movimientos suaves y confiados, como si hubiese vivido aquí durante meses. Al verlo, vuelvo a tener la sensación inquietante d e que un depredador peligroso ha invadido el pequeño apartamento. En parte, es por s u tamaño, ya que es al menos una cabeza más alto que yo, me resulta imposible abarca rle los hombros y tiene el cuerpo de un soldado de élite, rebosante de músculos fuert es. Pero también hay algo en él, algo más allá de los tatuajes que le decoran el bra zo izquierdo o de la ligera cicatriz que le corta la ceja. Es algo intrínseco, una espec ie de crueldad que está ahí incluso cuando sonríe. —¿Cómo te sientes,ptichka? —pregunta mientras se une a mí en la mesa y miro hacia el plato, ya que sé por qué está preocupado. —Bien. —No quiero pensar en lo de ayer, en cómo la visita del agente Ryson me provocó náuseas, literalmente. Ya estaba nerviosa p or la boda, pero, solo cuando el agente del FBI me lanzó a la cara todos los crímene s de Peter, empecé a echar el contenido del estómago y casi le dejo plantado. —¿Ninguna consecuencia negativa por lo de anoche? — aclara y lo miro mientras comienzo a sonrojarme al darme cuenta de que hablab a de nuestra vida sexual. —No —digo con voz ahogada—. Estoy bien. —Genial —murmura con una mirada oscura y cálida. Es condo el rubor creciente alcanzando una tortita de ricota—. Así, mi amor. —D e forma experta coloca dos tortitas en un plato y empuja un bote de sirope de arce haci a mí—. ¿Quieres algo más? ¿Algo de fruta? —Claro —digo y observo cómo camina hasta el frigorí fico para coger y lavar algunos arándanos. Mi asesino domesticado. ¿Es así como será siempre n uestra vida juntos? —¿Qué te apetece hacer hoy? —le pregunto cuando vue lve a la mesa y se encoge de hombros, a la vez que esos labios perfectos se l e curvan en una sonrisa. —Lo que te apetezca,ptichka. Estaba pensando que podríamos salir, disfrutar de este bonito día. —Entonces… ¿un paseo por el parque? ¿De verdad? Frunce el ceño. —¿Por qué no?
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