Todos están en Twitter. Todos anuncian, dicen, se congratulan consigo mismos, algunos reprochan y saludan; muy pocos aportan y discuten realmente, en esa extensión portátil de Internet. Twitter es accesible, sencillo y simplificador. Tiene el encanto –y el riesgo– de la inmediatez. Suele tener también el de la ubicuidad, de tal suerte que registra los pasos de quienes envían mensajes desde el Ipod o la Blackberry. Está de moda. Lo estará aún más durante las campañas políticas de 2012. No habrá candidato con aspiraciones serias que no twitee sus andanzas y pretensiones. No habrá campaña, local ni nacional, que no se extienda a las redes sociales y en primer lugar a ese registro de circunstancias que se aprietan en 140 caracteres.