Variación fonética o norma gráfica en el español medieval. A propósito de los dialectos hispánicos centrales - article ; n°1 ; vol.21, pg 89-104
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Cahiers de linguistique hispanique médiévale - Année 1996 - Volume 21 - Numéro 1 - Pages 89-104
16 pages
Source : Persée ; Ministère de la jeunesse, de l’éducation nationale et de la recherche, Direction de l’enseignement supérieur, Sous-direction des bibliothèques et de la documentation.

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Publié le 01 janvier 1996
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Langue Español
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Extrait

José Antonio Pascual
Variación fonética o norma gráfica en el español medieval. A
propósito de los dialectos hispánicos centrales
In: Cahiers de linguistique hispanique médiévale. N°21, 1996. pp. 89-104.
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Pascual José Antonio. Variación fonética o norma gráfica en el español medieval. A propósito de los dialectos hispánicos
centrales. In: Cahiers de linguistique hispanique médiévale. N°21, 1996. pp. 89-104.
doi : 10.3406/cehm.1996.867
http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/cehm_0396-9045_1996_num_21_1_867VARIACIÓN FONÉTICA O NORMA GRÁFICA
EN EL ESPAÑOL MEDIEVAL.
A PROPÓSITO DE LOS DIALECTOS
HISPÁNICOS CENTRALES
1. La relación del castellano con los dialectos vecinos
Yakov Malkiel se ha referido a los comienzos históricos del
castellano — que solemos situar en los siglos IX, X, XI y XII1 —
acudiendo a la comparación con un edificio, en el ^
El español antiguo suponía una alianza de subdialectos, extendidos
por el área de lo que se conoce como Castilla y aglutinados por
el poderoso techo castellano ; estos subdialectos coincidían en
muchas de sus tendencias evolutivas, que habían surgido bastante
tardíamente en un momento crucial del desarrollo del castellano,
posterior a la invasión musulmana.
Antes de esa invasión, estos subdialectos, que procedían de
diferentes confederaciones lingüísticas, habían desarrollado de
forma distinta su herencia latina. Por ello, en el suelo del edificio
se cruzaban algunas importantes fronteras étnicas, que
mantenían ciertas diferencias antiguas.
Dirigiendo nuestra mirada al techo de esa construcción^, el
castellano parece haber realizado unas cuantas elecciones en común
1) Para esa época casi no contamos con documentos explícitamente romances, pero nos
sirven como tales muchos latinos, a través de cuyos errores R. MENÉNDEZ PlDAL :
Orígenes del español, 4a éd., Madrid : Espasa-Calpe, 1956, intentó rastrear las huellas de
los romances.
2) He hecho una adaptación muy libre de las palabras de Y. MALKIEL : « Paradigmatic
Resistence to Sound Change : The Oíd Spanish Preterite Forms vide, vido against the
Background of the Recession of Primary -d- », Language, 36, 1960 : 281-346, p. 289.
3) Es en el suelo donde colocaríamos la explicación sustratística que R. Menéndez-Pidal
da a la F latina ; a lo que me he referido críticamente en mi trabajo « Del latín a las
lenguas romances : la complicada gestación — sobre el papel — del castellano ». En JOSÉ A. PASCUAL 90
con las restantes variedades centrales ; lo que Rafael Lapesa, para
no quitarle protagonismo a nuestro dialecto, matiza en el sentido de
que si no fue el inductor de todas las evoluciones centrales, al menos
les dio después sus « notas propias »4. No habría motivos para
considerar al castellano en los comienzos de su época histórica
como un dialecto « revolucionario » que caminase a contrapelo de
los vecinos, en lugar de suponerlo íntimamente relacionado con
ellos; fue mucho después cuando terminó imponiéndose a los
demás, a la vez que se iba apropiando de algunas de sus soluciones.
Nada nos impide considerar el territorio de los dialectos centrales,
en sus orígenes históricos, como un continuum5 en que se pasa casi
imperceptiblemente del leonés oriental al castellano, y de éste al
rioj ano-navarro ; aunque el problema se presenta cuando tratamos
de pasar del dominio de las posibilidades al de los hechos, para
establecer los rasgos concretos en que el castellano coincidía con los
dialectos que le rodeaban y los que lo separaban de ellos.
Voy a fijarme, a modo de ejemplo, en los resultados de -K'L-,
-G'L- y -LJ-, sobre los que don Ramón Menéndez Pidal llega a la
conclusión de que la pronta generalización de las grafías j 'y g en el
siglo XIII, en el leonés oriental, no representa la rápida
propagación de un sonido extraño, sino la adecuación de la grafía
a un sonido [z] que por entonces era el normal en ese territorio^ ;
aunque no es demasiado explícito sobre si tal evolución fue
originaria en el leonés oriental o había penetrado tempranamente
en él desde el castellano. José Ramón Morala ha sido más claro en
la aceptación de que en este espacio lingüístico habían coincidido
A. Ma Aldama, ed. : De Roma al siglo XX, 2 vols., Madrid : Sociedad de Estudios latinos
y U.N.E.D., 1996, I: 447-471, particularmente de las pp. 450-453. Se han dado tantas
vueltas a la hipótesis de buscar en la situación lingüística de la Hispania prerromana, y,
luego, en la romanización, la clave de la evolución de los romances, que deberíamos ahora
dirigirnos a un espacio histórico más cercano al nuestro, por si « la determinación clara de
los reinos, regiones y comarcas que han tenido y tienen un hondo significado en el
conjunto de la vida española procediese] de la Edad Media », J. CARO Baroja, en un
trabajo de cuya referencia sólo conservo la fecha de 1958 y las pp. 425-6.
4) R. Lapesa : Historia de la lengua española, 8e éd., Madrid : Gredos, 1981, p. 182.
5) Vid. R. Penny : « El árbol genealógico : ¿modelo lingüístico desfasado ? ». En :
A. ALONSO et al, eds. : Actas del III Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española,
2 vols., Madrid : Arco Libros, 1996, 1 : 827-839.
6) R. Menéndez-Pidal, op. cit., pp. 277 y 278. Para él las grafías i y g de los documentos
leoneses orientales de los siglos X y XI podían representar tanto un sonido [z] como
[y] ; en cambio no tiene ninguna duda de que en los documentos del siglo XII estas
grafías tienen el valor de [z] o [z]. FONÉTICA 9 1 VARIACIÓN
estos sonidos en su evolución, posiblemente por el argumento
implícito pidaliano, al que me referiré más adelante, de que en un
periodo como el que va del S. X al XII no pudo darse un influjo
del castellano sobre el leonés ?.
En lo que respecta a la otra frontera del castellano, la que
mantenía con los dialectos orientales, la idea que se podría extraer
de los Orígenes — expuesta también con una consciente imprecisión
— es que la Rioja se encuentra a medio camino entre la solución
a [z] del castellano y la solución [J] navarra, pues en los documentos
del siglo XII alternan las grafías típicamente castellanas con las
navarras^. Lo que Máximo Torreblanca ha precisado así en lo
referente a la Rioja :
A juzgar por los documentos notariales medievales, los grupos
latinos /-Lj-/, /-K'L-/ y /-G'L-/ tuvieron la misma evolución
fonética en la zona central de Burgos y en la Rioja occidental
(valles de los ríos Najerilla, Oja y Tirón). La tendencia
predominante fue la no conservación de la consonante lateral de
estos grupos latinos. En cuanto a la Rioja oriental, la historia
lingüística es más compleja, pues es difícil saber hasta qué punto
las formas que indican una consonante palatal no reflejan una
evolución fonética autóctona o se deben a la influencia del
romance del occidente de la Rioja y de Burgos^.
... es indudable que el romance del nordeste de Burgos y del
occidente de la Rioja pertenecían a un mismo grupo. A su vez
este romance tenía más rasgos comunes con el hablado en la
ciudad de Burgos que con el de Navarra o Aragón. Es decir, las
hablas de la ciudad de Burgos, del nordeste de la provincia
burgalesa y del occidente de la Rioja pertenecían a un mismo
grupo lingüístico que, por denominarlo de algún modo,
llamaremos castellano. El romance primitivo del oriente de la
Rioja, a partir del río Iregua, ofrece más características no
burgalesas, aunque no era idéntico al de Navarra. En la Rioja
7) J. R. Morala : « Los fonemas /z,y/ en la documentación medieval leonesa ». En :
M. Ariza et al. : Actas del II Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, 2 vols.,
Madrid : Pabellón de España, 1992, II : 207-217. Lo cual, con buen criterio, ha tratado
de confirmarlo con argumentos toponímicos ; aunque mantiene una cauta
ambigüedad : « [el leonés oriental habría llegado] a soluciones más cercanas a las del
castellano », p. 2 1 7 ; cf. también J. R. MORALA : « El leonés medieval : lengua escrita y
lengua hablada ». En : Actes du XXe Congrès International de Linguistique et Philologie Romanes,
Zurich, 1993, II: 519-530, pp. 526-528.
8) R. Menéndez-Pidal, op. cit., pp. 274, 275.
9) M. Torreblanca : « Sobre la antigua frontera castellano-navarra », JHP, 9, 1 985 :
105-119, p. 114. JOS

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