The Project Gutenberg EBook of Zalaca n El Aventurero, by P o Baroja � �This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and withalmost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away orre-use it under the terms of the Project Gutenberg License includedwith this eBook or online at www.gutenberg.netTitle: Zalaca n El Aventurero �Author: P o Baroja�Release Date: August 23, 2004 [EBook #13264]Language: SpanishCharacter set encoding: ISO-8859-1*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK ZALACA N EL AVENTURERO ***�Produced by Stan Goodman, Virginia Paque and the Online DistributedProofreading Team.[Nota del Transcriptor: Este texto digital ha conservado lasirregularidades en puntuaci n, acentuaci n y ortograf a del libro original.] � � � ZALACA �N EL AVENTURERO P�O BAROJA ZALACA �N EL AVENTURERO (Historia de las buenas andanzas y fortunas de Mart n Zalaca� n el Aventurero) � MADRID.--1919.PR�LOGOC�MO ERA LA VILLA DE URBIA EN EL L�TIMO TERCIO DEL SIGLO XIXUna muralla de piedra, negruzca y alta rodea a Urbia. Esta muralla siguea lo largo del camino real, limita el pueblo por el Norte y al llegar alr�o se tuerce, tropieza con la iglesia, a la que coge, dejando parte del�bside fuera de su recinto, y despu s escala una altura y envuelve la �ciudad por el Sur.Hay todav a, en los fosos, terrenos encharcados con hierbajos y�espada�as, poternas llenas de hierros, garitas desmochadas, ...
The Project Gutenberg EBook of Zalaca n El Aventurero, by P o Baroja � �
This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or
re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included
with this eBook or online at www.gutenberg.net
Title: Zalaca n El Aventurero �
Author: P o Baroja�
Release Date: August 23, 2004 [EBook #13264]
Language: Spanish
Character set encoding: ISO-8859-1
*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK ZALACA N EL AVENTURERO ***�
Produced by Stan Goodman, Virginia Paque and the Online Distributed
Proofreading Team.
[Nota del Transcriptor: Este texto digital ha conservado las
irregularidades en puntuaci n, acentuaci n y ortograf a del libro original.] � � �
ZALACA �N EL AVENTURERO
P�O BAROJA
ZALACA �N EL AVENTURERO
(Historia de las buenas andanzas y fortunas de
Mart n Zalaca� n el Aventurero) �
MADRID.--1919.
PR�LOGO
C�MO ERA LA VILLA DE URBIA EN EL L�TIMO TERCIO DEL SIGLO XIX
Una muralla de piedra, negruzca y alta rodea a Urbia. Esta muralla sigue
a lo largo del camino real, limita el pueblo por el Norte y al llegar al
r�o se tuerce, tropieza con la iglesia, a la que coge, dejando parte del
�bside fuera de su recinto, y despu s escala una altura y envuelve la �
ciudad por el Sur.Hay todav a, en los fosos, terrenos encharcados con hierbajos y�
espada�as, poternas llenas de hierros, garitas desmochadas, escalerillas
musgosas, y alrededor, en los glacis, altas y rom nticas arboledas, �
malezas y boscajes y verdes praderas salpicadas de florecillas. Cerca,
en la aguda colina a cuyo pie se sienta el pueblo, un castillo sombr o �
se oculta entre gigantescos olmos.
Desde el camino real, Urbia aparece como una agrupaci n de casas �
decr�pitas, leprosas, inclinadas, con balcones corridos de madera y
miradores que asoman por encima de la negra pared de piedra que las
circunda.
Tiene Urbia una barriada vieja y otra nueva. La barriada vieja, la
_calle_, como se le llama por antonomasia en vascuence, est formada, �
principalmente, por dos callejuelas estrechas, sinuosas y en cuesta que
se unen en la plaza.
El pueblo viejo, desde la carretera, traza una l nea quebrada de tejados �
torcidos y mugrientos, que va descendiendo desde el Castillo hasta el
r�o. Las casas, encaramadas en la cintura de piedra de la ciudad, parece
a primera vista que se encuentran en una posici n estrecha inc moda, � � �
pero no es as , sino todo lo contrario, porque, entre el pie de las �
casas y los muros fortificados, existe un gran espacio ocupado por una
serie de magn ficas huertas. Tales huertas, protegidas de los vientos�
fr�os, son excelentes. En ellas se pueden cultivar plantas de zona
c�lida como naranjos y limoneros.
La muralla, por la parte interior que da a las huertas, tiene un camino
formado por grandes losas, especie de acera de un metro de ancho con su
barandado de hierro.
En los intersticios de estas losas viejas, y desgastadas por las
lluvias, crecen la venenosa cicuta y el bele o; junto a las paredes �
brillan, en la primavera, las flores amarillentas del diente del le n y �
del verbasco, los gladiolos de hermoso color carmes y las digitales �
purp�reas. Otros muchos hierbajos, mezclados con ortigas y amapolas, se
extienden por la muralla y adornan con su verdura y con sus
constelaciones de flores peque as y simples las almenas, las aspilleras �
y los matacanes.
Durante el invierno, en las horas de sol, algunos viejos de la vecindad,
con traje de casa y zapatillas, pasean por la cornisa, y al llegar Marzo
o Abril contemplan los progresos de los hermosos perales y melocotoneros
de las huertas.
Observan tambi n, disimuladamente, por las aspilleras, si viene alg� n �
coche o carro al pueblo, si hay novedades en las casas de la barriada
nueva, no sin cierta hostilidad, porque todos los habitantes del
interior sienten una obscura y mal explicada antipat a por sus �
convecinos de extra-muros.
La cintura de piedra del pueblo viejo se abre en unos sitios por puertas
ojivales; en otros se rompe irregularmente, dejando un boquete que por
d�as se ve agrandarse.
En algunas de las puertas, debajo, de la ojiva primitiva, se hizo
posteriormente, no se sabe con qu objeto, un arco de medio punto. �
En las piedras de las jambas quedan empotrados hierros que sirvieron
para las poternas. Los puentes levadizos est n substitu dos por montones � �
de tierra que rellenan el foso hasta la necesaria altura.
Urbia ofrece aspectos varios seg n el sitio de donde se le contemple; �
desde lejos y viniendo desde la carretera, sobre todo al anochecer,tiene la apariencia de un castillo feudal; la ciudadela sombr a, �
envuelta entre grandes rboles, prolongada despu s por el pueblo con sus � �
muros fortificados que chorrean agua, presentan un aspecto grave y
guerrero; en cambio, desde el puente y un d a de sol, Urbia no da �
ninguna impresi n fosca, por el contrario, parece una diminuta �
Florencia, asentada en las orillas de un riachuelo claro, pedregoso,
murmurador y de r pida corriente. �
Las dos filas de casas ba adas por el r o son casas viejas con galer as� � �
y miradores negruzcos, en los cuales cuelgan ropas puestas a secar,
ristras de ajos y de pimientos. Estas galer as tienen en un extremo una �
polea y un cubo para subir agua. Al finalizar las casas, siguiendo las
orillas del r o, hay algunos huertos, por cuyas tapias verdosas surgen �
cipreses altos, delgados y espirituales, lo que da a este rinc n un �
mayor aspecto florentino.
Urbia intra-muros se acaba pronto; fuera de las dos calles largas, solo
tiene callejones h medos y estrechos y la plaza. Esta es una encrucijada �
l�brega, constituida por una pared de la iglesia con varias rejas
tapiadas, por la Casa del Ayuntamiento con sus balcones volados y su
gran port n coronado por el escudo de la villa, y por un caser� n enorme �
en cuyo bajo se halla instalado el almac n de Azpillaga. �
El almac n de Azpillaga, donde se encuentra de todo, debe dar a los�
aldeanos la impresi n de una caja de Pandora, de un mundo inexplorado y �
lleno de maravillas. A la puerta de casa de Azpillaga, colgando de las
negras paredes, suelen verse chisteras para jugar a la pelota, albardas,
j�quimas, monturas de estilo andaluz; y en las ventanas, que hacen de
escaparate frascos con caramelos de color, aparejos complicados de
pesca, con su corcho rojo y sus ca as, redes sujetas a un mango, marcos �
de hojadelata, santos de yeso y de lat n y estampas viejas, sucias por �
las moscas.
En el interior hay ropas, mantas, lanas, jam n, botellas de Chartreuse �
falsificado, loza fina... El Museo Brit nico no es nada, en variedad, al �
lado de este almac n. �
A la puerta suele pasearse Azpillaga, grueso, majestuoso, con su aire
clerical, unas mangas azules y su boina. Las