El informe Krinar
157 pages
Español

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Description

Lo que pasa en un club de sexo alienígena se queda en un club de sexo alienígena, ¿verdad?



Bueno… no, si escribes un reportaje al respecto. Y definitivamente, no si omites el hecho de que las experiencias que cuentas en el artículo son las tuyas propias.



Ni tampoco si el krinar con el que te has liado es el dueño del club, cuyas múltiples perversiones incluyen el chantaje y los juegos psicológicos.



Para una joven periodista que intenta probarse a sí misma, todo gira en torno a que le caiga la siguiente gran exclusiva.



Hasta que las cosas se tuercen y ahora todo gira en torno a caer en la cama del ático de lujo de un alienígena posesivo.

Sujets

Informations

Publié par
Date de parution 09 mars 2021
Nombre de lectures 1
EAN13 9781631425028
Langue Español

Informations légales : prix de location à la page 0,0017€. Cette information est donnée uniquement à titre indicatif conformément à la législation en vigueur.

Extrait

El informe Krinar
Una novela de la saga Krinar


Anna Zaires
Hettie Ivers

♠ Mozaika Publications ♠
Contents



Parte I


Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Parte II


Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Parte III


Capítulo 31

Capítulo 32

Epilogue


Extracto de Contactos Peligrosos

Extracto de Secuestrada

Sobre la autora
Este libro es una obra de ficción. Los nombres, personajes, y situaciones narrados son producto de la imaginación del autor o están utilizados de forma ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, establecimientos comerciales, acontecimientos o lugares es pura coincidencia.
Copyright © 2019 Anna Zaires y Dima Zales
www.annazaires.com
Todos los derechos reservados.
Salvo para su uso en reseñas, queda expresamente prohibida la reproducción, distribución o difusión total o parcial de este libro por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, sin contar con la autorización expresa de los titulares del copyright.
Publicado por Mozaika Publications, una marca de Mozaika LLC.
www.mozaikallc.com
Traducción de Isabel Peralta
Portada de Najla Qamber Designs
www.najlaqamberdesigns.com
ISBN-13: 978-1-63142-502-8
Print ISBN-13: 978-1-63142-503-5
Parte Uno
Capítulo Uno

D os años desde la invasión.
No me podía creer que ya hubieran pasado dos años desde la invasión, y que todavía no supiéramos casi nada sobre los alienígenas que habían tomado el control de la Tierra.
Frustrada, me quité las gafas y me froté los ojos, al notar el cansancio de haber estado mirando la pantalla del ordenador todo el día. Durante las últimas dos semanas, desde que decidí ponerme a mí misma a prueba escribiendo un artículo de investigación sobre los invasores, había escudriñado hasta la última línea de información disponible en internet, y lo único que tenía eran rumores, una serie de relatos poco fiables de testigos oculares, algunos videos pixelados de YouTube y las mismas preguntas sin respuesta que al principio.
Dos años después del Día K, los K, o los krinar, como ellos preferían hacerse llamar, suponían un enigma casi tan grande como cuando llegaron.
Mi ordenador hizo un ruidito que me sacó de mi ensimismamiento. Al mirar la pantalla vi que era un e-mail de mi editor. Richard Gable quería saber cuándo tendría el artículo sobre los cachorros siameses que le debía.
Al menos no era otro de esos correos electrónicos tipo "el cielo se está desplomando" de mi madre.
Suspiré y me froté los ojos de nuevo, intentando evitar distraerme pensando en los chiflados de mis padres. Ya era bastante malo que mi carrera todavía no hubiese despegado. No tenía ni idea de por qué todos los reportajes de pacotilla acababan siempre en mi mesa. Había sido así desde que empecé en el periódico, tres años atrás, y ya estaba más que harta de ello. A los veinticuatro, tenía casi tanta experiencia en escribir sobre noticias reales como un estudiante en prácticas.
¡A la mierda!, había decidido el mes anterior. Si Gable no quería asignarme trabajo de verdad, yo misma encontraría una historia. ¿Y qué otra cosa había que fuese más interesante o controvertido que los misteriosos seres que habían invadido la Tierra y convivían ahora con los humanos? Si podía descubrir algo, cualquier cosa, que fuese cierta sobre los K, eso me ayudaría a avanzar mucho en demostrar que era capaz de manejar historias de más relevancia.
Me puse las gafas de nuevo y escribí un correo rápido a Gable, solicitándole un par de días más para terminar el artículo de los cachorros. Mi excusa fue que quería entrevistar al veterinario y me estaba costando ponerme en contacto con él. Por supuesto, era mentira. Había entrevistado al veterinario y al dueño en cuanto me pasaron el encargo... pero quería evitar que me mandaran otro artículo de segunda durante unos días. Así tendría tiempo para explorar un tema interesante que me había encontrado en mi investigación de ese día: los llamados clubs-X.
—Hola, pequeña, ¿tienes planes para esta noche?
Al oír aquella voz conocida, levanté la vista y sonreí a Jay, mi compañero de trabajo y mi mejor amigo, quien acababa de entrar en mi minúscula oficina.
—No —dije alegremente—. Voy a ponerme un poco al día con el trabajo y luego vaguearé apoltronada en el sofá.
Él exhaló un suspiro dramático y me lanzó una mirada de fingido reproche.
—Amy, Amy, Amy... ¿Qué vamos a hacer contigo? Es viernes por la noche, ¿y tú vas a quedarte en casa?
—Todavía me estoy recuperando del fin de semana pasado —dije con una sonrisa cada vez más amplia—. Así que no creas que puedes volver a arrastrarme a salir tan pronto. Una noche de fiesta al mes al estilo de Jay es suficiente para mí.
La fiesta al estilo de Jay era una experiencia única que consistía en múltiples chupitos de vodka al principio de la noche, seguidos de varias horas de ir de club en club, rematadas con una cena/desayuno en un restaurante coreano de los que abren las veinticuatro horas. No le mentía al decirle que todavía me estaba recuperando... la combinación de vodka y comida coreana me había causado tal resaca que más bien se había parecido a un mal caso de intoxicación alimentaria. Apenas fui capaz de salir arrastrándome de la cama el lunes para ir a trabajar.
—Oh, vamos —intentó engatusarme, con una mirada igual que la de un cachorro en sus ojos castaños. Sus tupidas pestañas, su cabello rizado y sus finos rasgos hacían de Jay alguien casi demasiado lindo para ser un tío. De no ser por su constitución musculosa, habría parecido afeminado. Sin embargo, la cuestión era que así él atraía a mujeres y hombres por igual... y disfrutaba de ambos sexos con idéntico entusiasmo.
—Lo siento, Jay. Otra semana será. —Lo que de verdad necesitaba ahora era concentrarme en mi artículo sobre los K... y en los clubs secretos que supuestamente frecuentaban.
Jay dejó escapar otro suspiro.
—Muy bien, como quieras. ¿En qué estás trabajando ahora mismo? ¿En el artículo de los cachorros?
Titubeé. Todavía no le había hablado a Jay acerca de mi proyecto, sobre todo porque no quería quedar como una estúpida si no podía encontrar una buena historia. A Jay tampoco le encargaban muchos artículos jugosos, pero a él no le importaba tanto como a mí. Su objetivo en la vida era divertirse, y todo lo demás, incluida su carrera periodística, iba en segundo lugar. Opinaba que la ambición era algo que solo era útil con moderación y no se esforzaba más de lo estrictamente necesario.
—Es solo que no quiero ser un vago total... por mis padres, ya sabes —me había explicado una vez, y esa afirmación resumía perfectamente su actitud frente al trabajo.
Yo, por otro lado, quería algo más que simplemente no ser una vaga. Me molestaba que el editor hubiera echado un vistazo a mi cabello rubio cobrizo y a mis rasgos de muñeca, y me hubiera encasillado de forma permanente en la sección de noticias triviales. Habría creído que Gable era un sexista, de no ser porque había hecho lo mismo con Jay. Nuestro editor no discriminaba a las mujeres; solo hacía suposiciones sobre las capacidades de las personas basadas en su apariencia.
Al final decidí confiar en mi amigo y le dije:
—No, no es el artículo de los cachorros. En realidad, he estado investigando para un proyecto propio.
Las cejas perfectamente delineadas de Jay se elevaron.
—¿Sí?
—¿Has oído hablar alguna vez de los clubs-X? —pregunté, echando un vistazo rápido a nuestro alrededor para asegurarnos de que nadie nos oiría. Por suerte, las oficinas que rodeaban la mía estaban vacías en su mayor parte, con solo un becario trabajando a la otra punta de la planta. Eran casi las cuatro de la tarde de un viernes, y la mayoría de la gente había encontrado una excusa para salir pronto aquella tarde de verano.
Jay abrió mucho los o

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