La Secretaria del ceo
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La Secretaria del ceo , livre ebook

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Description

John Sánchez sabe vivir la vida. Dueño de una red de aplicativos de coche, el CEO se decide a hacer valer la pena su existencia, conciliando el trabajo con las juergas. John también es loco por su hermana más joven y única de la familia, Romena.
Después de la muerte precoz de su hermana, él se ve obligado a proteger y cuidar de su sobrina, Lux, cuyo padre la rechazó todavía en el vientre de Romena. El problema es que John no tiene buena mano con los niños.
Julie Evans es una joven niñera, que, por ahora, se encuentra en paro, después de dejar el jarrón de cenizas de la fallecida madre del ex jefe caer. A pesar de no tener ni un poco de coordinación motora, la chica tiene un corazón bueno y servicial.
Todo cambia cuando la secretaria de John, la señorita Johnson, pide la licencia del cargo, por dos meses, para cuidar de la salud del nieto, e John no ve otra alternativa que la de contratar a una secretaria temporal.
Al acompañar a su hermana más vieja en una entrevista de empleo para el puesto de secretario del director ejecutivo de la Clifford Technologies, Julie se mete de nuevo en un lío, cambiando completamente su destino.

Sujets

Informations

Publié par
Date de parution 04 avril 2022
Nombre de lectures 0
EAN13 9782384650002
Langue Español

Informations légales : prix de location à la page 0,0200€. Cette information est donnée uniquement à titre indicatif conformément à la législation en vigueur.

Extrait

LA SECRETARIA DEL CEO


Amanda Rodriguez
Índice



Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7
Capítulo 1
John

 
John Sánchez era una de esas personas que siempre se levantan muy temprano. Mientras todos dormían, él abría sus ojos puntualmente a las 5 am para cumplir con su estricta rutina de ejercicio, que incluía 40 minutos de cardio —generalmente correr en los alrededores de su mansión de Palo Alto—, junto con una hora de pesas en su gimnasio personal.
Aquel día, mientras corría, John recordaba cómo había comenzado a ejercitarse a los 16 años, iniciándose en la calistenia para luego pasar al levantamiento de pesas. El, a diferencia de otros jóvenes empresarios como Dorsey o Musk, prefería mantenerse lo más sano posible, puesto que consideraba que esa equilibrio entre cuerpo y de mente era lo que le había asegurado el éxito que su empresa había logrado conquistar. Mientras que Elon, su buen amigo, se vanagloriaba de utilizar drogas para trabajar durante más tiempo, John se vanagloriaba de entrenar su cuerpo para que este pudiera trabajar sin descanso, como un dispositivo que ha sido desarrollado hasta su mejor versión.
Atrás habían quedado los días en que John podía entrenar junto con otros entusiastas del Fitness, puesto que no podía pisar un sitio público sin que los paparazis se desvivieran por fotografiarlo. Ellos tenían sus razones, John era el menos excéntrico y a la vez el más exitoso de los jóvenes empresarios de Sillicon Valley, cuya empresa, Sanch , estaba en su punto más álgido.
Completó su circuito de cardio y luego su circuito de pesas y se dispuso a desayunar antes de irse al Sanch Campus , los headquarters de su compañía. Luego de comer y vestirse, pasó por la habitación de su hijo, Michael, de cinco años, que aún dormía plácidamente y por la habitación familiar, donde Lena, su mujer, también se mantenía en el reino de Morfeo.
Lena era una mujer que incluso dormida destilaba sensualidad, con su metro ochenta de altura y piernas kilométricas, había sido modelo de lencería de una de las grandes casas de moda antes de casarse con John; su largo cabello rubio se desparramaba en la cama blanca, impregnándolo todo de su olor particular, tan particular que encendía el instinto animal en John.
Durante unos segundos deseó abalanzarse sobre ella y despertarla para un buen polvo mañanero, de esos que tanto les gustaban a ambos, solo que el CEO de una de las start-ups más importantes del mundo —y mucho menos él, famoso por su puntualidad—, no podía permitirse llegar tarde aquel día a sus headquarters, puesto que la gran compra que había esperado durante tanto tiempo estaba a punto de materializarse y ese sin duda se convertiría en un día histórico, tanto para John Sánchez, como para el mundo de la tecnología.
Así que simplemente se vistió y salió rápidamente, sin hacer ruido, subiéndose en su Tesla. Durante el camino buscó en su spotify alguna canción que lo pusiera en el mood correcto para ese día tan importante, pero no encontraba algo que lo animara. Optó por los nocturnos de Chopin, a los que casi no les prestó atención; la verdad es que John Sánchez estaba nervioso. No tenía por qué estarlo, ya que todo había sido arreglado previamente y aquel día era simplemente una formalidad, una manera de decir que lo ya negociado está hecho, sin embargo, las manos le sudaban y su mente divagaba entre mil pensamientos; aquella compra significaría que su empresa llegaría al lugar que siempre soñó, pero el éxito, como el fracaso, puede llegar a ser aterrador; y la sombra de que aquella decisión le quedara grande lo mantenía preocupado.
Los Headquarters de Sanch estaban inspirados en el Google campus, con un ambiente laboral bastante relajado, lleno de brillantes mentes que disfrutaban de poder participar en aquella empresa tan importante y cuyos proyectos eran tan ambiciosas; John aparcó en su sitio habitual, cerca de su oficina y descendió del coche. Mientras caminaba hacia la entrada, una chica, de pelo corto, pantalones vaqueros y T-Shirt negra lo tropezó, empapándole la camisa de café frío.
La chica, angustiada, se deshizo en disculpas.
—Discúlpeme si no lo ayudo a encontrar algo con que limpiarse, es que debo llevarle café a mi jefe antes de que llegue, es mi primer día y quiero impresionarlo… —Dijo la chica antes de desaparecer con rumbo a la cafetería del campus Sanch.
—Lo más probable es que no se haya dado cuenta de quién soy —se dijo John para sus adentros—, me pregunto quién será su jefe…
Y siguió caminando hacia su oficina, intentando recordar si guardaba otra muda de ropa en algún sitio, ya que se había empapado la camisa y los pantalones de café.
—Por suerte era café frío —suspiró John.
Cuando entró, se encontró con su oficina vacía. Mary, su secretaria de toda la vida no estaba. John entonces recordó que Mary estaba de permiso por maternidad, ya que su primer hijo había llegado unas semanas antes de lo previsto y, tal como establecían los estatutos de la empresa, Mary tenía derecho a un año de permiso.
En vez de pensar en aquella situación, se dispuso a buscar su muda extra de ropa, pues sabía que iban a tomar muchas fotos y no podía permitirse que lo vieran lleno de café. Buscó hasta que la encontró, junto con una botella de su colonia favorita. Entonces se dispuso a cambiarse, desnudándose por completo. No le importaba, de todas formas, se encontraba en su oficina y no tenía noticias de la secretaria substituta.
Cuando terminaba de cambiarse la ropa interior, escuchó como abrían de golpe la puerta.
— ¡Lamento llegar tarde! —Dijo la voz, que a John Sánchez le pareció conocida—, le había comprado un café helado, como la señora Mary me había dicho que a usted le gusta, pero en el camino tropecé con un hombre y tuve que vol…
La chica, que sostenía la bandeja con un par de cafés fríos, casi los deja caer al suelo al ver a aquel hombre, al mismo que había empapado, semidesnudo, con su pecho ancho bañado por los rayos del sol que entraban por los ventanales y esas piernas fuertes, musculosas y coronadas por un buen trasero.
—Deberías tocar antes de entrar —le dijo John.
Ella asintió y salió rápidamente hacia su escritorio.
—Así que ella es mi secretaria sustituta —se dijo el hombre mientras terminaba de vestirse.
No recordaba la última vez que una mujer extraña lo había visto sin ropa. Recordaba vagamente las veces que, como cualquier otro estudiante universitario, había tenido sexo casual. Lo que si recordaba muy bien era el sentimiento de pena por verse tan desprotegido frente a una persona. Sin embargo, la mirada de aquella mujer, aunque pudo haberle parecido lasciva, le transmitía cierta calma. Casi como si no le importara mostrarse tal y como era frente a aquella chica.
Estando completamente vestido, se dio cuenta de que una sensación extraña se había apoderado de él. El miedo inicial que sentía por aquella compra había desaparecido y, en cambio, sentía el corazón latiendo con fuerza, mientras abría la puerta para encontrarse frente a frente por primera vez (al menos de forma oficial) con su secretaria sustituta.
 
7
John
 
 
Luego de ese arranque inicial de adrenalina y de instinto animal, ambos se recompusieron un poco, vistiéndose y comiendo, pues tenían hambre, a pesar de haberse devorado mutuamente. Luego de ello, casi como si no hubiera sucedido nada, se sentaron frente a frente, a comenzar a dejar en claro los puntos importantes para aquel trabajo. John entonces se dio cuenta cuales eran las razones por las cuales Mary había confiado en esa chica para que fuera secretaria sustituta. Hasta ese momento, solo había mostrado su lado torpe. Pero, hablando con ella sobre su trabajo y sus implicaciones, John había entendido que se trataba de una chica muy capaz, que hasta ese momento no había tenido la oportunidad de desempeñarse en un buen trabajo.
Mientras almorzaban, escuchándola hablar sobre su carrera, John pensó que, cuando su secretaria volviera, él debía ayudar a Jessica a que encontrara un trabajo acorde a su profesión, quizás en algo así como un periódico.
Luego de comer, no pudieron evitar otro encuentro amoroso, esta vez decantándose por la oralidad. Uno de los actos que John más disfrutaba era ser consumido por completo, que su polla entrara entera en la boca, húmeda y ser succionado, tanto que se sintiera a punto de explotar. Ella lo chupó con deseo, con hambre, trabajando a aquel hombre para obtener su semilla, caliente y espesa, en su boca.
El orgasmo no tardó en llegar y él, que disfrutaba del orgasmo femenino tanto como del suyo propio, se arrodillo frente a su coño, trazando líneas alrededor, hasta llegar al clítoris donde se detuvo, con un ritmo constante, el cual paulatinamente la fue llevando a un grado más alto en la montaña del placer. Subió, subió, subió hasta que llegó al clímax, vibrando en la boca de John.
Después de aquello, siguieron trabajando hasta que llegaron a Tokio. Una vez en el hotel, John arregló que fuesen a un hotel de la forma más discreta posible. Le dio a Jessica un gorro y unas gafas como las suyas propias y se internaron ahí, donde se ducharon y se cambiaron de ropa. Después de ello, se dirigieron a la central de operaciones en Asia, donde John era esperado por su directivo en el continente.
El problema que había surgido era una cuestión delicada que, además de necesitar pericia técnica, requería de una decisión muy importante. Porque no se trataba únicamente de arreglar un problema, sino de elegir cuál sería el método a escoger para que ese problema no se volviera a presentar. El método a ser escogido, cambiaría radicalmente la forma en que ese servicio sería prestado en Asia y probablemente repercutiría en la forma en que el servicio era prestado en América.
No era una decisión sencilla y John no podía tomarla solo. Aunque él era el CEO de Sanch , se reunió vía teleconferencia con sus altos cargos, para decidir qué camino tomar. Aquel día, John Sánc

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