Siempre tuya
184 pages
Español

Vous pourrez modifier la taille du texte de cet ouvrage

Découvre YouScribe en t'inscrivant gratuitement

Je m'inscris

Découvre YouScribe en t'inscrivant gratuitement

Je m'inscris
Obtenez un accès à la bibliothèque pour le consulter en ligne
En savoir plus
184 pages
Español

Vous pourrez modifier la taille du texte de cet ouvrage

Obtenez un accès à la bibliothèque pour le consulter en ligne
En savoir plus

Description

Tercer libro de la trilogía de romance oscuro Secuestrada, éxito de ventas por el New York Times y USA Today



Captor y cautiva. Amantes. Almas gemelas.



Somos todo eso y más.



Pensábamos que lo peor ya había pasado. Creíamos que por fin teníamos una oportunidad.



Estábamos equivocados.



Somos Nora y Julian, y esta es nuestra historia.



***Siempre tuya es la conclusión de la trilogía Secuestrada, contada desde el punto de vista de Nora y Julian.***

Informations

Publié par
Date de parution 25 septembre 2018
Nombre de lectures 8
EAN13 9781631423536
Langue Español

Informations légales : prix de location à la page 0,0017€. Cette information est donnée uniquement à titre indicatif conformément à la législation en vigueur.

Extrait

Siempre tuya
Tercer libro de la trilogía Secuestrada


Anna Zaires
Traducción de Scheherezade Surià

♠ Mozaika Publications ♠
Esta es una obra de ficción. Los nombres, los personajes, los lugares y los acontecimientos son producto de la imaginación del autor o se usan de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, establecimientos comerciales, eventos o sitios es pura coincidencia.
 
Copyright © 2018 Anna Zaires
https://www.annazaires.com/book-series/espanol
 
Reservados todos los derechos.
 
Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión sin la autorización previa y por escrito del titular del copyright.
 
Publicado por Mozaika Publications, de Mozaika LLC.
www.mozaikallc.com
 
Diseño de cuberta de Najla Qamber Designs
najlaqamberdesigns.com

e-ISBN: 978-1-63142-353-6
ISBN impreso: 978-1-63142-354-3
Índice



I. El Regreso


Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

II. El Viaje


Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

III. Las Consecuencias


Capítulo 39

Capítulo 40

Capítulo 41

Epílogo


Sobre la autora
I

El Regreso
1

J ulian
Un grito ahogado me despierta y me saca a la fuerza de un sueño inquieto. Abro de golpe el ojo ileso en un subidón de adrenalina y me incorporo para sentarme. El movimiento repentino hace que se resientan las costillas fracturadas. Con la escayola del brazo izquierdo golpeo el monitor cardíaco que está al lado de la cama y la punzada de dolor es tan intensa que la habitación da vueltas a mi alrededor en una espiral nauseabunda. Me late el pulso con fuerza y tardo un momento en comprender qué me ha despertado.
Nora.
Creo que tiene otra pesadilla.
Relajo un poco el cuerpo, que se había puesto en tensión, preparado para el combate. No hay ningún peligro, nadie nos persigue. Estoy tumbado junto a Nora en la lujosa cama del hospital, a salvo, con toda la seguridad que Lucas nos puede proporcionar en la clínica de Suiza.
El dolor en las costillas y el brazo ha mejorado y ahora lo tolero mejor. Me muevo con cuidado y coloco la mano derecha sobre el hombro de Nora para despertarla con cuidado. Me da la espalda, mirando en dirección contraria a mí, por lo que no puedo verle la cara para ver si está llorando. Sin embargo, tiene la piel fría y empapada de sudor. Debe de llevar un rato teniendo la pesadilla. Además, está tiritando.
—Despierta, pequeña —murmuro, acariciándole el delgado brazo. Veo la luz filtrarse por los agujeros de la persiana de la ventana y supongo que ya debe ser de día—. Es solo un sueño. Despierta, mi gatita…
Se pone tensa al tocarla, de modo que no está despierta del todo y la pesadilla aún la tiene presa. Respira de manera audible, con fuertes jadeos, y noto que los temblores le recorren el cuerpo. Me aflige su angustia, me hiere más que cualquier herida, y saber que soy el responsable de nuevo, que no he podido mantenerla a salvo, me quema las entrañas con una ira corrosiva.
Ira hacia mí y hacia Peter Sokolov, el hombre que permitió que Nora arriesgara su vida para rescatarme.
Antes de mi puñetero viaje a Tayikistán, Nora estaba recuperándose poco a poco de la muerte de Beth. Sus pesadillas se habían vuelto menos frecuentes con el paso de los meses. Ahora, sin embargo, han vuelto y Nora está peor que antes, a juzgar por el ataque de pánico que tuvo ayer mientras hacíamos el amor.
Quiero matar a Peter por esto y puede que lo haga si alguna vez se vuelve a cruzar en mi camino. El ruso me salvó la vida, pero puso en peligro la de Nora al mismo tiempo y eso no se lo perdonaré nunca. ¿Y su puta lista de nombres? Que se vaya olvidando. No pienso premiarlo por traicionarme así, por mucho que Nora se lo prometiese.
—Vamos, pequeña, despierta —le ruego de nuevo, apoyando el brazo derecho para tumbarme en la cama. Me duelen las costillas al hacer el movimiento, pero esta vez con menos fiereza. Con cuidado, me acerco a Nora y me ciño a su espalda—. Estás bien. Ya se ha acabado todo, lo prometo.
Suelta un hipido profundo y siento cómo se alivia su tensión al observar dónde está.
—¿Julian? —musita, mientras se gira para mirarme, y veo que ha estado llorando. Tiene las mejillas mojadas por las lágrimas.
—Sí. Estás a salvo. Todo va bien. —Extiendo la mano derecha y paso los dedos por su mandíbula, maravillado por la belleza frágil de su rostro. Mi mano parece enorme y vasta sobre su cara delicada; tengo las uñas hechas polvo y amoratadas por las agujas que usó Majid. El contraste entre nosotros es evidente, aunque Nora tampoco salió ilesa por completo. Un moratón en la parte izquierda de la cara desluce la pureza de su piel bronceada, allí donde los hijos de puta de Al-Quadar la golpearon y dejaron inconsciente.
Si no estuvieran muertos, los hubiera despedazado con mis propias manos por haberle hecho daño.
—¿Qué estabas soñando? —le pregunto con dulzura—. ¿Era Beth?
—No. —Niega con la cabeza y me doy cuenta de que su respiración está volviendo a la normalidad. Su voz, sin embargo, todavía mantiene los ecos del miedo cuando dice con gravedad—: Esta vez eras tú. Majid te estaba sacando los ojos y no podía pararlo.
Intento no reaccionar, pero es imposible. Sus palabras me lanzan de vuelta a aquella habitación fría y sin ventanas, a las emociones nauseabundas que he estado intentando olvidar estos últimos días. La cabeza comienza a palpitarme al recordar la angustia y la cuenca del ojo a medio curar me quema por su vacío una vez más. Noto que la sangre y otros fluidos me resbalan por la cara y se me revuelve el estómago ante tal recuerdo. El dolor e incluso la tortura no me son desconocidos (mi padre creía que su hijo debía ser capaz de aguantar cualquier cosa), pero perder el ojo había sido, con diferencia, la experiencia más atroz de mi vida.
Al menos, físicamente.
Sentimentalmente, la aparición de Nora en aquella habitación se lleva la palma.
Tengo que emplear toda mi fuerza de voluntad para volver al presente, lejos del terror de verla arrastrada por los hombres de Majid.
—Lo paraste, Nora. —Me mata admitirlo, pero de no haber sido por su valentía, casi seguro que ahora estaría descomponiéndome en algún contenedor en Tayikistán—. Viniste a por mí y me salvaste.
Aún me cuesta creer que lo hiciera, que, por voluntad propia, se pusiera en manos de unos terroristas psicóticos para salvarme la vida. No lo hizo con la convicción inocente de que no le harían daño. No, mi gatita sabía perfectamente de lo que eran capaces y, aun así, tuvo el valor de actuar.
Le debo la vida a la chica a la que secuestré y no sé muy bien cómo lidiar con ello.
—¿Por qué lo hiciste? —le pregunto, acariciándole el labio inferior con el pulgar. Muy en el fondo lo sé, pero quiero oírselo decir.
Me mira fijamente, con los ojos ensombrecidos por esa pesadilla.
—Porque no puedo vivir sin ti —dice despacio—. Ya lo sabes, Julian. Querías que te quisiera y lo hago. Te quiero tanto que hasta iría al mismísimo infierno por ti.
Saboreo sus palabras con codicia, con un placer descarado. Su amor nunca me parece suficiente. No me canso de ella. Al principio la quise por su parecido con María, pero mi amiga de la infancia nunca había provocado en mí ni una pequeña parte de los sentimientos que Nora suscita. El afecto que sentía por María era inocente y puro, como la propia María. Mi obsesión por Nora es por otra cosa.
—Escucha, mi gatita… —Mi mano abandona su cara para reposar en su hombro—. Necesito que me prometas que nunca volverás a hacer nada parecido. Me alegro de estar vivo, pero preferiría morir antes que verte en peligro. Nunca vuelvas a arriesgar tu vida por mí, ¿vale?
Asiente levemente

  • Univers Univers
  • Ebooks Ebooks
  • Livres audio Livres audio
  • Presse Presse
  • Podcasts Podcasts
  • BD BD
  • Documents Documents